11.

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Es domingo por la mañana cuando nos encontramos en la entrada del instituto. Todas las chicas están medio dormidas, puede que algunas lo estén del todo, y parece que están a punto de caerse al suelo.

—¿Cuánto tiempo llevamos ya? —pregunta Diana, con derrotismo. Frunzo el ceño.

—Acabamos de llegar.

—¿Cuánto tiempo queda para irnos? —reformula la pregunta.

Yo niego con la cabeza, divertida. Sólo son las diez de la mañana, tampoco hace falta exagerar. Williams por fin ha encontrado su tarjeta de acceso y la usa para abrir la puerta del instituto.

—Vamos, chicas. ¡Será divertido! —las animo.

—Por favor, no hables—me pide Reagan, alzando una mano. Está apoyada en la pared, con los ojos cerrados—. Simplemente no lo hagas.

Yo entrecierro los ojos, aunque sé que no puede verme. Quizá es por eso que lo hago.

Por fin entramos y nos dirigimos al aparcamiento, nos han dejado esa zona para lavar los coches. Williams junta sus manos, frotándolas de tal forma que pienso que va a salir fuego de ahí.

—Bueno, a por ello—nos dice. Al momento, nos comienza a lanzar productos de limpieza como si estuviera liquidando su mercadillo. Cojo mi trapo al vuelo. Reagan se echa el suyo al hombro—. Si me necesitáis, estaré en mi despacho.

Nos miramos entre todas, confundidas.

—Espere, ¿no va a ayudarnos? —cuestiona Dom, con el ceño fruncido.

El entrenador suelta una carcajada a la vez que niega con la cabeza. Se sigue riendo un buen rato hasta que suspira, para responderle:

—Cartier, me parto contigo.

Y se mete en su despacho. Yo abro los ojos, con miedo. Ahora todas me están asesinando a base de miradas, con los brazos cruzados. Yo sonrío inocentemente, planeando formas de escapar.

Siento alivio cuando Brenda habla y la atención se centra en ella.

—Cinco pavos a que Williams va a ver un capítulo de Friends.

Dom deja caer los párpados, escéptica.

—No va a...—empieza ésta.

Entonces la sintonía de Friends comienza a sonar desde la distancia, causando que todas nos callemos. Brenda hace un gesto con la mano para que saquemos el dinero.

—Creía que estabas en contra de las apuestas—objeto yo—. ¿Qué hay de tu tío Randy?

Se encoge de hombros.

—Soy más lista que él. Vamos, quiero ver esos billetes. ¿No sabíais que Friends es su serie de confort?

—Tiene sentido—admite Diana—, a Williams le encanta ver a gente blanca metiéndose en líos.

Nos resignamos, dejando el dinero sobre la mano de Brenda. Jamás deberíamos haberle dado la idea de apostar por dinero. ¿Qué será lo próximo? ¿El póker online?

Dom y Sarah se acercan a la carretera, alzando las pancartas que hemos hecho para atraer a la gente hasta aquí. De momento, no viene nadie. Negando con la cabeza, Sarah comenta:

—Seguro que si nos desnudásemos, vendrían sin pensárselo dos veces.

—Y si...—sugiere Brenda.

—¡No! —exclamamos todas a la vez.

Ella alza las manos para defenderse. Miro la hora en mi móvil: han pasado diez minutos. Empiezo a dar golpecitos al suelo con el pie.

Being number oneWhere stories live. Discover now