22.

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El entrenador nos mira, furioso, antes de exclamar:

—¿Quién empezó la pelea?

Reagan suspira y mira hacia abajo. Me da la impresión de que está a punto de hablar, así que me adelanto a ella y suelto un:

—Fui yo.

Ambos me miran desconcertados. Le echo una mirada furtiva a Reagan, esperando que no se le pase por la cabeza desmentirme.

—¿Estás segura? —cuestiona el entrenador. Yo asiento, con amargura.

—Sí, señor.

—En ese caso... No voy a tener más remedio que expulsarte del equipo, efecto inmediato. Lo siento, Haley.

Sí, esa soy yo. Probablemente os estéis preguntando cómo he acabado en esta situación.

Supongo que para que todo tenga sentido, debería empezar por el principio. El principio del fin. Hace menos de un día.

22 horas antes

Ha pasado tanto tiempo desde el día en que lavamos coches para recaudar dinero, que casi se me había olvidado por completo. No obstante, por fin ha llegado: estamos a menos de veinticuatro horas del Día de la Unidad.

Mi vida últimamente ha estado siendo una tragicomedia, y nada ha salido de la manera en la que esperaba. Pero esos días han terminado. A partir de ahora voy a tomar las riendas. Ajá. Aquí y ahora. Hemos trabajado muy duro para poder llevar a cabo el Día de la Unidad, así que no voy a dejar que nada lo estropee.

Tengo que estar más centrada que nunca. Incluso si eso significa evadir por completo lo que sea que haya estado pasando conmigo y...

—¿Reagan? —suelta Yasmin. Ríe negando con la cabeza mientras andamos por el pasillo—¿Seguro que estamos hablando de la misma Reagan? Piel marrón, pelo largo y rizado, se apellida Cooper. Porque por lo que me estás contando, parece que hables de otra persona. No sé, creía que les robaba el almuerzo a los de séptimo o algo así.

Yo suelto un bufido de risa.

—No es tan mala, ¿sabes? De hecho, empiezo a creer que no es mala en absoluto.

Yasmin intenta contener una sonrisa extraña, la cual no logro descifrar. Con todo, no lo consigue. Frunzo el ceño.

—¿Qué?

Ella niega con la cabeza.

—Nada.

La señalo mientras ando de espaldas.

—Me voy: reunión de equipo.

—¡Pásalo bien! —exclama, con una sonrisa pícara.

Yo alzo una ceja y al cabo de unos segundos sacudo la cabeza. Me topo con Dom por el camino y engancho mi brazo con el suyo. Nos dirigimos a la sala de reuniones juntas. Está bastante callada, pero no le doy mucha importancia.

Saludo a las demás chicas cuando llegamos a la sala. Visualizo un sitio vacío al lado de Reagan y me atrevo a ir y sentarme. Sin embargo, Brenda se me adelanta, así que al final acabo sentándome delante de Reagan en su lugar.

Diana, a mi izquierda, se inclina un poco para poder mirar bien a Dom, que está a mi derecha.

—Oye, ¿estás bien? Parece que hayas visto un fantasma—le dice, entre divertida y preocupada.

Dom está a punto de hablar cuando el entrenador aparece por la puerta. Junta sus manos, mandándonos a callar.

—Silencio, silencio. ¡Chitón, Smith! Os he citado aquí porque como ya sabéis, mañana se juega el amistoso del Día de la Unidad. Y... ya se sabe contra quién vais a jugar—anuncia. Todas aplaudimos y soltamos algún que otro grito, emocionadas—. Se trata del equipo femenino del instituto Roosevelt—va bajando el tono a medida que la oración avanza, poniéndose la mano sobre la boca, de modo que no lo oímos bien.

Being number oneWhere stories live. Discover now