14.

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Estoy castigada. De por vida.

Literalmente. Mis padres me han dicho que no puedo volver a salir, en plan, jamás. No es que les culpe por ello, pero... Vale, la verdad es que no se me ocurre nada.

Esta es mi nueva vida: voy al colegio, juego a fútbol, vuelvo a casa y repito el proceso. Bueno, no voy a mentir, tampoco es que la cosa haya cambiado mucho. Aún así, es muy diferente hacer algo por elección propia que hacerlo porque te obligan.

Una vez más, nos toca Tutoría con Williams. Sin embargo, ha pasado media hora y todavía no se ha presentado, así que ha venido otra profesora a vigilarnos. Intento que no me perturbe el hecho de que se esté leyendo una novela llamada "SEDUCCIÓN" delante de nosotros. Yasmin se aburre tanto que se ha puesto a recortar páginas de su agenda y está haciendo manualidades con ellas.

—Todavía no me creo lo bien que se lo han tomado tus padres —comento, con la cara sobre el puño. La profesora me manda a callar, y lo hago.

—Bueno, "bien" es una palabra muy absoluta—responde en un susurro—. Pero ya sabes cómo es mi madre. Le importa mucho la opinión de los demás. Si su grupo de amigas madres supieran que me arrestaron, no volvería a conocer la paz, literalmente. Le da pánico que piensen que me ha educado mal, lo cual supongo que es una opinión comprensible, así que ni siquiera quiere hablar de ello. En cuanto a mi padre... está muy enfadado, pero supongo que me acabará perdonando.

Entonces extiende su creación hacia mí: una de esas familias de papel, excepto que le ha dibujado a su madre una cara de loca. La miro con los ojos desorbitados. Bajando los ojos hacia su obra, sonríe con un suspiro.

—No puedo esperar a hablar de esto en terapia—concluye.

Me giro hacia Reagan instintivamente, preguntándome cómo se lo habrá tomado su madre. Su mirada está tan vacía que casi da miedo, y está viendo BoJack Horseman pasivamente desde su móvil.

Williams abre la puerta con tal énfasis que esta da contra la pared. Frunzo los labios, compartiendo una mirada con Yasmin. No hace falta ser muy listo para saber que está de pésimo humor. Le farfulla un "gracias" a la profesora de guardia antes de que se vaya. Después se encasqueta su gorra, sentándose sobre la mesa.

—¿Cómo es que llega tan tarde? —le pregunta Yasmin.

Con cara de pocos amigos, y como si realmente fuera lo peor que podría pasarle a alguien, nos informa:

—He tenido que coger el transporte público.

—¿Y su coche? —inquiero yo, alzando las cejas.

Asiente con la cabeza ladeada.

—Claro, habría sido una gran idea Haley, aunque no creo que sea legal conducir un coche sin parabrisas. Unos zoquetes me lo vandalizaron ayer.

Entonces todos empiezan a hablar los unos con los otros, incrédulos y sorprendidos. Reagan se incorpora un poco en su asiento. Yo parpadeo varias veces. No es posible. ¿O sí?

—Entrenador—hablo de nuevo, con la voz más aguda de lo que me gustaría—, ¿qué coche conduce?

—Un Porsche blanco.

Aprieto los labios, casi sonriendo con pánico. ¡¿Era el coche de Williams?!

Dios mío, Dios mío, Dios mío.

La clase termina y todos recogen sus cosas. El entrenador se marcha del aula y se encamina hacia algún sitio, probablemente planeando cómo cortarles el pescuezo a los responsables de esto. A nosotras.

Me paso las manos por la cara, y Yasmin se acerca a mí.

—Tía—anuncia, negando con la cabeza y alzando las manos—, yo me desentiendo.

Being number oneWhere stories live. Discover now