20.

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"Y, sobre todo, sé sincero contigo mismo. Esto traerá, como la noche al día, que no seas falso con los demás." —William Shakespeare

Terminé Hamlet en poco menos de un día, incluso me fui a dormir tarde sólo por seguir leyéndolo. Siempre me habían dicho que era una historia aburrida, demasiado dramática, y otras cosas que me habían echado hacia atrás a la hora de leerlo. He descubierto que para poder tener una opinión válida sobre algo, no puedes basarte en lo que piensan los demás. Tienes que juzgarlo por ti mismo.

En cuanto Williams entra a la clase, Reagan se acerca a su mesa. Desde lo que pasó el día que se filtraron las cápsulas del tiempo, no puedo evitar verla de otra forma. No necesariamente porque ella haya cambiado, sino tal vez porque he descubierto algo que no había sabido ver antes. ¿Cómo he podido tener una percepción tan equivocada sobre ella?

Reagan le dice a Williams algo sobre que tiene que irse al médico. Este asiente y rellena un papel para que pueda marcharse. Me sorprende que no se haya marchado sin más. Me doy cuenta de que la estoy mirando demasiado, así que bajo la mirada hacia mi agenda como si estuviera concentrada en mis cosas. Dom, la cual está sentada justo en frente de Reagan, se inclina hacia ella y vocaliza algo como:

—¿De verdad tienes que ir al médico?

Reagan sonríe apenas, algo triste. Luego arruga la nariz y niega, contestando en voz baja:

—Me quiero ir.

No parece que esté bien, pero definitivamente no se trata de algo que una visita al médico pueda arreglar. No sé si el entrenador oye su conversación, pero si lo hace finge no enterarse de nada, y le entrega el papel a Reagan, quien sale por la puerta en cuestión de segundos.

—Paaara—oigo que dice Yaz a mi derecha, y suena como si me estuviese regañando.

—¿De qué? —pregunto frustrada, casi lloriqueando.

—De hacer eso, lo que sea que estés haciendo. No puedes ayudarla siempre.

Me cuesta un poco entender de qué está hablando, quizá porque no quiero entenderlo, pero pronto me doy cuenta de que se refiere a Reagan.

Entrego el examen de recuperación de Literatura universal, con una sonrisa plasmada en la cara. Esta vez me ha salido genial, puedo sentirlo. La profesora le empieza a echar un vistazo a mi comentario de texto, también sonriente.

—Tenía razón—le digo, asintiendo.

Deja de leer y se pone las gafas sobre la cabeza.

—¿Sobre qué?

—Sobre todo—contesto sin pensármelo dos veces—. Puede que no haya solucionado todos mis problemas, pero leer el libro ha hecho que vea las cosas de una forma distinta. Me siento diferente, y ni siquiera es algo que yo acostumbre a leer. Es increíble cómo puede afectarte leer un solo libro.

—No sabes cuánto me alegra oír eso. Haley, te felicito. Este comentario está muy, muy bien. Has sabido captar a la perfección el trasfondo de Hamlet, enhorabuena. Tengo que decirte la verdad, es el mejor comentario de la clase.

Me siento abrumada por todo lo que dice, e intento buscar la mejor manera de responderle.

—Bueno, el libro me ha gustado mucho, así que...—hago una pausa, y vuelvo a hablar al cabo—¿Cree que podría recomendarme algún otro libro? Lecturas voluntarias o algo así. La verdad es que me interesaría mucho.

Ella sonríe, como si hubiese conseguido justo lo que pretendía.

—Por supuesto.

Salgo del aula mientras guardo la lista de libros en mi mochila, y me encuentro con Williams. Deben de ser las seis y algo de la tarde, así que ya no queda nadie por el instituto. Bueno, nadie de mi edad.

—Hola, Haley—me saluda, y yo le doy una sonrisa. Pensaba que sólo iba a saludarme, pero sigo mirándole cuando veo que no reanuda su camino—. Tus compañeras me contaron lo que pasó, y quería asegurarme de que estabas bien. Lo de la cápsula del tiempo ha sido un drama tremendo, y sé que no debe estar siendo fácil. Pero es importante recordar, que no pasa nada si no siempre tenemos las cosas bajo control. Si todo llega a ser demasiado algunas veces. Es sólo la vida.

Aprieto los labios, y me debato unos segundos entre si decir algo o no. Cuando lo hago, suena como una confesión.

—Tengo miedo, entrenador.

—Todos lo tenemos. Te seré sincero, vivimos en un mundo muy jodido—asiente para sí mismo—. La gente tiene miedo de lo que no puede entender, de lo que no pueden controlar. Pero si dejas que el miedo te controle, te perderás tantas cosas que no puedes ni imaginarlo. Sé que cuando eres joven, siempre estás esperando al momento adecuado. A que llegue la universidad, a conseguir ese trabajo, y crees que entonces podrás empezar a vivir, a ser quién quieres de verdad. ¿Quieres mi consejo? No esperes. No hay un momento adecuado.

Sonrío de lado, y le doy las gracias antes de que siga con su camino.


He tenido que volver a casa corriendo, con la capucha de la sudadera por encima de la cabeza, porque ha empezado a llover como no ha llovido en todo el año. Cuando por fin llego, me sorprendo al ver que las luces están apagadas; la única iluminación es la tenue claridad que viene desde fuera, colándose por las ventanas.

—¿Hola? —grito, quitándome la capucha, pero no obtengo respuesta. Luego caigo: unos amigos de mamá y papá les regalaron un viaje de dos días y una noche en las afueras de la ciudad, con hotel y todo lujo incluido. Me pregunto a qué espera Yasmin para regalarme uno de esos.

Cuando me adentro en la cocina, veo una nota en la nevera, escrita torcida y con prisas.

Estoy en una fiesta de pijamas, mamá y papá lo saben. No me llames, me avergonzarías.

Brooke

Suelto una risa irónica. Parece que tengo la casa para mí sola. Se ha quedado buen día para ponerme pantalones de chándal y escuchar a Coldplay.

Estoy leyendo uno de los libros que me recomendó la señorita Aoki. Shakespeare ataca de nuevo, esta vez con R+J. Cojo el lápiz para subrayar una frase que me gusta. Es justo después de que Romeo y Julieta se hayan besado; cuando se dan cuenta de que son de familias enemigas.

"¡Mi amor ha nacido de mi único odio!

Muy pronto le he visto y tarde le conozco.

Fatal nacimiento de amor habrá sido

Si tengo que amar al peor enemigo."

Se me cae el lápiz cuando oigo unos golpes en la puerta de casa, bastante sonoros. Abro mucho los ojos y me incorporo; no estoy esperando visita. O puede que haya estado esperando a alguien, sin saberlo siquiera...

Sacudo la cabeza, Shakespeare me está haciendo más dramática de lo que ya soy. Bajo las escaleras, algo asustada, e intento recordar lo que Williams me dijo. Puede que no esté en una situación de alto riesgo, pero sea como sea, no quiero tener miedo.

Llego al último peldaño, y me encamino a la puerta. Vacilo un momento, pero luego la abro de golpe. Mis ojos se abren de la sorpresa, pues la persona que menos esperaba está de pie en mi porche, empapada y tiritando. Frunzo el ceño levemente.

—¿Reagan? 


Being number oneWhere stories live. Discover now