13.

3.9K 308 37
                                    

Aquella tarde tras el entreno, no puedo evitar fijarme en que Reagan se está apretando los nudillos de forma compulsiva. Creo que nunca la he visto tan agresiva, y eso que la he visto siendo agresiva cientos de veces.

Me la quedo mirando mientras estiro, sentada en el césped.

—¿Estás bien? Te noto algo... tensa.

—¿Yo? No, qué va—responde, sacudiendo los hombros y soplando. Suelta una risa cínica que me hace abrir los ojos—. Ha dicho que soy demasiado "difícil de llevar". Como si fuese un puto coche.

Dejo de estirar por un segundo, pero me obligo a seguir.

—¿De quién estamos hablando? —pregunto, y me rasco el brazo—¿Tu novio?

—Exnovio.

Alzo las cejas. Esa no la había visto venir, aunque supongo que era evidente. Al cabo de unos segundos, suelta:

—A la mierda, necesito cargarme algo. ¿Dónde están los bates?

—¿¡Qué?!

Me pongo en pie. Soy una mera espectadora mientras Reagan se embala hacia la sala de materiales. Medio minuto más tarde, reaparece por la puerta con un bate de béisbol entre las manos. Decidida, se dirige hacia la salida del colegio. Balbuceo algo incoherente aunque sé que no puede oírme. Es entonces que suelto un quejido y aprieto el paso, corriendo hasta que estoy andando a su lado.

—¿Qué vas a hacer?

Se detiene cuando quedamos delante de un Porsche de color blanco, muy limpio. Tanto que probablemente sea nuevo. Señalando el vehículo con el bate, me informa:

—Este es su coche. Aquí me dijo que no debería tomarme tan en serio las bromas de sus amigos. Menuda panda de gilipollas. Si quiere difícil de llevar, yo le daré difícil de llevar.

—Reagan, ¿qué vas a hacer? —repito.

Hace un gesto con la mano para que me eche para atrás. Entonces agarra bien el bate y se pone en posición. No, no, no, no.

—Tú mira y aprende. O mejor dicho, sólo mira.

Acto seguido, le da un buen golpe al parabrisas con el bate, tan fuerte que rompe el cristal. Me llevo una mano a la boca. Lejos de haber terminado, le da otro batacazo al coche, esta vez al retrovisor. Intento agarrar el bate para que pare, pero ella se resiste, y joder si tiene fuerza.

De la nada, Yasmin aparece, y ahoga un grito. Ella tampoco parece muy contenta.

—¡Eh! —exclama, y nos giramos a mirarla—¿Estáis cargándoos un coche? ¿Sin mí?

Se acerca a nosotras, y le arrebata el bate a Reagan.

—¡Es mío! —reprocha esta, prácticamente arrancándoselo de las manos.

Lo que ocurre después resulta completamente inverosímil. Ahora hay seis manos sobre el bate: las suyas, peleándose por ver quién se carga el Porsche, y las mías, intentando detenerlas sea como sea.

Hemos debido tener la gran suerte, de que la policía estuviese rondando el barrio, porque aparece un coche y un hombre sale de éste, llamándonos la atención.

—¡Alto! ¡Manos arriba!

Paramos en seco y obedecemos sin pensarlo dos veces, el bate cayendo al suelo. Nos pone unas esposas a todas en las muñecas, una por una, y yo no puedo creerme que esto esté pasando. Me gustaría poder decir que no es lo que parece, pero lamentablemente, es exactamente lo que parece.

Así que ahora estamos aquí. Metidas en una celda, porque estamos en la cárcel. Estamos en la maldita cárcel.

Si me hubiesen dicho esta mañana, cuando me he levantado y me he tomado mis Oreos con leche, que me iban a arrestar por intentar parar a dos piradas que le han reventado el coche a un tipo, les hubiera contestado que los locos son ellos.

Being number oneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora