16.

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Antro de mala muerte.

Así es como describiría este lugar. Estoy bastante segura de que estas peleas ni siquiera son legales. Genial, justo lo que necesitaba. Otro paseo por la cárcel.

Intento no brincar cuando Brooke interrumpe mis pensamientos.

—¿Podrías dejar de hablar contigo misma? Estoy pasando vergüenza ajena.

Entrecierro los ojos.

—Se llama pensar, deberías probarlo más a menudo. Y no estaba hablando conmigo misma—digo a la defensiva.

—Sí que lo hacías—insiste, echándome una mirada rara—. Haces gestos con la cara. ¿De verdad crees que nadie se da cuenta?

Me quedo con la boca abierta, y ella me la cierra con la palma de la mano. Genial, mi vida ha sido una mentira. Tengo que dejar de decir "genial". Y de hablar sola.

Los de seguridad comprueban nuestras entradas. Yo paso primero, pero cuando el tipo comprueba la entrada de Brooke, algo debe ir mal, porque un error aparece en la pantalla.

—Tu entrada es inválida—le dice el hombre. Es alto, robusto, y su voz es monótona— . Lo siento, no puedes pasar.

Mi primera reacción es alegrarme, cosa que exteriorizo. No hay nada que desee más que irme a casa y hacer maratón de Ted Lasso. Sin embargo, luego veo la cara de tristeza de mi hermana, que me mira como un perrito mojado y luego se da media vuelta para volver a casa.

Resoplo. Sé lo que tengo que hacer, aunque no me va a gustar en absoluto.

—Oiga, oiga—le digo al hombre, adoptando una pose de indignación. Este me mira desde arriba. Mi hermana abre los ojos y niega con la cabeza, pero yo ya no puedo detenerme—. Le parecerá bonito, dejar a mi hermana fuera de este combate que ha estado esperando durante meses.

Él suspira, obviamente no quiere lidiar con esto.

—Mira, yo no hago las normas, sólo las aplico. Es lo que hay.

He llamado la atención de todos y eso me pone algo nerviosa. Pero en los partidos de fútbol siempre hay gente mirándome, y no por eso dejo de jugar, así que prosigo con mi actuación. Leo el nombre bordado en su uniforme.

—Señor... Rob, ¿tiene usted hijas?

—De hecho, sí. Sophie y Kiara.

—Bien, ¿y cómo se sentirían Sophie y Kiara si supieran que ha reducido el sueño de mi hermana pequeña a cenizas?

Parece ablandarse, y ladea la cabeza.

—Estarían enfadadas—reconoce. Yo asiento varias veces.

—Apuesto a que sí. Por eso debe dejarnos pasar. No quiero ser esa chica que le pone una mala reseña en Yelp. Sea el héroe que sus hijas le consideran, Rob.

Mira hacia su compañero, el cual simplemente se encoge de hombros. Suspira y hace un ademán para que entremos.

—Gracias—canturreo, con una sonrisa triunfal. Brooke se coloca a mi lado una vez hemos entrado, y parece que le contagio la sonrisa.

—Has montado un numerito—comenta. Yo la miro, encogiéndome de hombros—. Antes siempre hacías cosas como esta para ayudarme. Ya ni me acuerdo de la última vez.

Intento no darle demasiada importancia al asunto.

—Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas, ¿no?

Entramos en el ring, donde una mujer nos indica nuestros asientos. Un par de personas se levantan para dejarnos pasar y nos sentamos. Llevamos en silencio unos minutos, cuando de repente lo rompo para decir:

Being number oneWhere stories live. Discover now