28.

3.6K 260 7
                                    

"Y yo estoy fuera con linternas, buscándome a mí misma."—Emily Dickinson

Esa misma tarde, vuelvo a mi casa andando. Continúo forzándome, una vez más, a adaptarme a las cosas tal y como son ahora.

Una vez termino los deberes, me dispongo a intentar escribir el último texto que me mandó la señorita Aoki, pero me está costando. Mi mente sigue dándole vueltas a la clase de Psicología. Me pregunto cómo se supone que voy a redefinirme a mí misma, si es imposible saber quién eres. Genial, justo lo que necesitaba: marear más a mi cerebro.

Mi monólogo interior se ve interrumpido cuando mi hermana entra en mi habitación. Lleva el uniforme de fútbol, y su bolsa de deporte echada al hombro. La expresión en su cara me resulta indescifrable.

—¿Sigues sin saber llamar? —pregunto con ironía.

—No seas tan dramática y baja—me dice, y alza las cejas, conteniendo una sonrisa. Lo próximo lo canturrea—. Alguien te está esperando.

Frunzo el ceño, algo perturbada por su cripticismo.

Bajo las escaleras y no puedo evitar abrir los ojos como platos por el déjà vu una vez veo a Reagan allí de pie.

—Haley, no sabía que esperabas visita—dice mamá.

Ídem.

—Reagan—habla mi hermana, con adoración—, eres una leyenda del fútbol. Espero poder llegar a ser tan buena capitana como tú.

—Vaya, gracias—farfullo.

Brooke aprieta a Reagan en un abrazo, pero ésta se intenta deshacer de su agarre, a la vez que dice:

—No, no, yo no doy abrazos—aclara, con las manos en el aire. Mi madre le está ofreciendo galletas a mi ex compañera de equipo, cuando yo intervengo:

—Mamá. Brooke.

Les lanzo una mirada furtiva a ambas y se marchan por fin, demasiado tarde para que yo conserve algo de dignidad. La morena de pelo rizado me mira con cara de circunstancias, y alza las cejas una vez.

—Qué recibida más... acogedora.

—Reagan—hablo yo, con algo de cansancio, y me froto la cara—, ¿qué haces aquí?

—Mira—empieza entonces, yendo al grano—, no puedes seguir así. Y sinceramente, yo tampoco puedo. Odio tener que admitirlo, pero, no soy una buena capitana. Al menos, no si tú no estás. El equipo te necesita. Yo... te necesito. Eres la co-capitana.

Sacudo la cabeza, intentando ignorar el efecto que esas palabras han causado en mí.

—Ya no lo soy. Y quizá sea mejor así. Sólo puede haber una número uno, ¿verdad?

Voy a cerrar la puerta. Me quedo de piedra cuando escucho a Reagan decir:

—No—empuja la puerta de forma que queda abierta otra vez—. Te equivocas. Lo sigues siendo, Haley. Recuerda lo que me dijiste aquel día, cuando hicimos el trabajo de Williams. El fútbol es tu vida. Es parte de quién eres. No puedes dejarlo... No voy a dejar que lo hagas.

—¿Por qué te importa tanto?

—Tú me ayudaste cuando más lo necesitaba. Así que ahora voy a hacerlo yo. Es así como funciona, ¿no?

Ladeo la cabeza, con mi mano en el pomo.

—No te ayudé buscando algo a cambio.

—Lo sé. Vas a volver al equipo—me asegura. Y yo suspiro, rindiéndome.

Being number oneWhere stories live. Discover now