Capítulo X

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A mi retorno, la imagen de Maria volvió a mi memoria. Aquellas soledades, sus bosques silenciosos, sus flores, sus aves y sus aguas, me hablaban de ella. Era que no podía dejar de amarla, aunque no me amase. Así se habían debilitado en pocas horas mis propósitos heroicos de la noche.

Apenas llegué a casa me dirigí al costurero de mi madre. Maria estaba con ella. Después de contestame el saludo, bajó los ojos sobre la costura. Mi madre estaba muy contenta de verme. Le conté sobre los progresos de José y su familia.

Levantó Maria los ojos y miró el ramo de azucenas que me habían dado las hijas de José. Habría querido ofrecérselas, pero el respeto a mi madre y a mis propósitos de la noche anterior me impidieron hacerlo.

Cuando llegué a mi cuarto, pensé encontrar las flores que Maria había recogido durante la mañana. Pero no encontré ninguna. Sentí una gran tristeza. ¿con que era verdad que no me amaba? Tomé el ramo de azucenas que había traído para ella y como para despedirme de una ilusión querida, lo llevé a mis labios y lo arrojé por la ventana.

María (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora