Capítulo XXXIX

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Diecisiete meses atrás yo había salido de mi país. La Emilia López, a bordo de la cual venía yo de Panamá, fondeó en Buenaventura.

En mis manos temblaba una carta que había recibido de María en Panamá.

El bote de la aduana, que registraría el buque, estaba ya cerca. Allí reconocí a Lorenzo, un querido amigo de la familia. En medio de abrazos me dijo que María estaba mejor cuando él salió de la casa.

Tan pronto como el tiempo nos permitió, emprendimos el viaje por el Dagua. Los más dulces recuerdos, los más tristes presentimientos volvieron a invadir mi corazón.

Ya sólo me faltaban cinco días para llegar junto a María.

La navegación iba haciéndose cada vez más penosa. Las picaduras de los mosquitos eran insoportables. El sol no desmentía ser de verano.

Después de pasar varios sitios pintorescos, llegamos a una playa de Juntas. El amigo D... antiguo dependiente de mi padre, me estaba esperando. Me condujo a su casa, en donde fui a esperar a Lorenzo y a los bogas. Allí me despedí de ellos y les di una carta para el administrador.

María (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora