Capítulo XXIII

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Llegó la hora de retirarnos. Mi cuarto había sido cedido a mi amigo. Encontré a mi madre y a María cuando salían de él. María llevaba flores en un pañuelo.

---¿A dónde las llevas? ---pregunté.

---Al oratorio, porque no ha habido tiempo hoy para poner otras allá...

Le agradecí profundamente que no permitiera que las flores que había destinado para mí, adornasen esa noche mi cuarto y estuviesen al alcance de otro.

Tomé el ramo de azucenas que había traído de la montaña esa tarde y que ella había dejado sobre la mesa y le dije:

---Lleva también estas azucenas para el altar. Tránsito me las dio para tí. Quiere que seas su madrina de matrimonio. Y como todos debemos rogar por su felicidad...

---Si, sí ---me respondió ---¿con que eso quiere? ---Añadió como consultando a mi madre.

---Es muy natural ---le dijo ésta.

---Yo tengo un traje muy lindo para ese día. Qué contenta me he puesto al saber que no... que me ha preferido.

Mis hermanos, Felipe y Juan, recibieron con alegría la noticia de que dormiría en el mismo cuarto que ellos. Esa noche no sólo estaba en mi mente la imagen de María, sino que dormía junto a mí los ha ángeles de la casa.

María (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora