Capítulo XXVII

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Esa tarde, todos bajamos a la ribera del río. María muy nerviosa aceptó apoyarse en el brazo de Carlos. Con sus miradas de angustia parecía pedirnos ayuda a mi madre y a mí. 

La voz de Carlos tomaba un tono confidencial y comienza a hablar. Yo escuchaba la voz de María que trémula la respuesta:

---Habría sido mejor que usted hablase solamente con ellos ... Se estima el honor de usted... Sé estimar el honor de usted... Esta negativa...

Carlos estaba desconcertado. María se había soltado de su brazo y hablaba mientras jugaba con los cabellos de Juan. Luego se acercaron Don Jerónimo y mi padre. María se agregó mañosamente a nuestro grupo y me dijo:

---¿Qué hago para no volver con ese señor? 

---Eso no es posible ---le respondí. 

Y me acerqué a Carlos para invitarlo a bajar un poco más por la vega para que viésemos un bello remanso, y con la mayor naturalidad le instaba a venir a bañarnos a la mañana siguiente.

Al unirnis Carlos y yo al grupo, los demás ya iban camino de la casa. Mi pafre oportunamente, ofreció su brazo a María, dehando a Don Jerónimo llevar a mi madre y a Emma.

Refirióme después María que mi padre le habia averiguado qué le había respondido a Carlos. Ella después de titubear se resolvió a decirle lo de la negativa.

Mi padre sonriendo le preguntó: 

---¿Es decir que no quieres casarte nunca?

Respondióle meneando la cabeza en señal negativa sin atreverse a mirarlo. 

---Hija, si tendrás ya visto algún novio ---continuó mi padre ---¿no dices que no? 

---Sí, digo ---contestó María muy asustada.

---Él te acabará de merecer, tú querías que sea un hombre de provecho.., Vamos confiésamelo, ¿no te ha dicho que me lo ha contado todo? 

Mi padre guardó silencio y con una mirada entristecida por el recuerdo de los padres de María, pasaba una de sus manos por el cabello de la dulce niña.

Aquella noche, en la cena mi padre trataba de hacer menor la situación de Don Jerónimo y su hijo, con quienes había hablado ya de lo sucedido.

Acompañé a mi amigo a su cuarto.  Tan pronto estuvimos allí me pidió disculpas por no haberme confiado antes de sus propósitos. ---Así no habría elegido a tu prima.  Buscaré una mujer que me ame, sin hacerme merecedor a tu odio.  Yo comprendí hoy, cuánto la amas, apesar de que has tratado de ocultármelo. 

¿No es verdad que la amas así como creíste llegar a amar cuando tenías dieciocho años?

---Sí ---le respondí, conmovido por su noble franqueza.

---¿Y tu padre lo ignora?

---No.

---¿No? ---Preguntó admirado.

Entonces le referí la conferencia que había tenido días antes con mi padre; la enfermedad de María y las condiciones que se me habían impuesto. 

---¿Con que todo, todo lo arrastras ...?  Y vas pasar quizas la mitad de tu vida sentado en una tumba...?

Púsome en pie, y al ofrecerle mis brazos a Carlos, me estrechó casi con ternura entre los suyos.

Volví al salón. Mientraa Emma ensayaba en la guitarra, María me refirió la conversación que había sostenido con mi padre. Nunca se había mostrado tan expansiva conmigo; recordando ese diálogo, el pudor le velaba los ojos y el placer le jugaba en los labios.

María (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora