Octavo latido

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El viernes fui a ver a Tweek. No ha ido a la escuela en toda esta semana y la verdad es que: me preocupa. Temo que le haya pasado algo malo, ya que lo vi bastante extraño el fin de semana anterior y temía que algo desagradable fuese a ocurrirle.

Después de la escuela, fui a su casa y nunca he ido a su casa. Tengo la impresión de que será desordenada, llena de cosas sin uso y un desagradable olor a granos de café. Camino por su patio y miro el columpio que se estaba acumulando de nieve, lo limpio sin saber porqué exactamente y luego golpeo la puerta de su casa. Mi mamá está feliz de que haga esto, ya que ella "adora" a Tweek, siempre me dice que es un niño ejemplar y único y que debería salir más con él. ¡Claro, lo haría! Si él no estuviese encerrado todo el día en su casa. Golpeo otra vez y él me recibe. Usaba su pijama y lucía más delgado que antes. Su rostro tenía ligeras manchitas rosáceas y se rascaba con impaciencia la parte trasera de su rodilla.

—¡Gah! —dijo e hice girar mis ojos—. ¿Qué haces aquí?

—Vine a verte —Y entré a su casa como si fuera la mía y me sorprendió ver que no era como me imaginaba—. Es linda.

—Ngh —cerró la puerta y se alejó un poco de mí—. Sí... Creo. Es mejor... Es mejor que te vayas.

—¿Me estás echando? —pregunté habiéndome el ofendido.

—Ngh no pero... Te puedo contagiar —Se jaló el cabello y me dio gracia.

—No. A mi ya me dio sarampión.

—¿Cómo supiste...

—Ah ah, no subestimes mi poder, mortal —Él rió y se rascó el rostro.

Subimos a su cuarto y me mostró como era, cada juguete y cada armario que tenía. Sin duda la casa no era desordenada pero su cuarto sí. Habían bloques de legos en todo el piso y yo no entendía como no se dañaba los pies al caminar, incluso yo con zapatos me lastime. Saltamos en su cama hasta que le subió la fiebre, la verdad es que me preocupe, no sabía que hacer y sus padres estaban trabajando en la cafetería. Se supone que ya se le estaba pasando —eso me dijo— pero el termómetro decía lo contrario. Tuve que cuidarlo media tarde hasta que se le pasara y cuando al fin se puso mejor, bajamos a jugar videojuegos.

—Lamento no haber venido antes —dije mientras apretaba los botones del control.

—No importa, vinieron Clyde y Token.

—¡¿Y no me dijeron?!

—Sólo vinieron para contagiarse –comenzó a reírse.

Al parecer ese contagio no resultó pues ninguno de los dos ha faltado esta semana. He notado que cuando estoy con Tweek se pone cómodo conmigo, se acuesta sobre mí o dejo que me peine el cabello. A veces me estira su brazo desnudo y le hago cariño con la yema de mis dedos, me dice que eso le da cosquillas y lo relaja, pero cuando me dijo eso me acordé de lo que me dijo Stan y dejé de hacerle caricias.

—¿Qué-qué pasa?

—Tweek ¿Qué sientes cuando me miras? —dije mirando el suelo temiendo que su respuesta sea negativa.

—¡Gah! ¡No Craig, demasiada presión! —gritó exasperado.

—Tweek por favor, necesito saber. Siempre cuando me miras pienso que me tienes miedo o algo así.

—¡No es cierto! —bramó cubriéndose el rostro.

—¿Entonces qué? Serán... ¿Cosquilleos?

Me miró por entre sus dedos. Sus ojos verdes se veían tan bonitos que parecían brillar en la oscuridad de la sala la cual sólo era alumbrada por la luz de la pantalla. Volví a preguntar si eran cosquilleos y él asintió. Me preguntaba si serán los mismos que Stan siente... Así que tomé sus manos, que cubrían su rostro y me acerqué a él. Cada vez estaba más cerca y cada vez iba comprobando que había algo que me frenaba: los nervios. El rostro de Tweek se había cada vez más rojo y cerró los ojos con fuerza provocando que mi corazón se diera un vuelco y... No pude, no pude darle el beso de comprobación en la mejilla. Sólo lo abracé con fuerza y rapidez dejando que sus alocados cabellos me hicieran cariño en el rostro.

—Lo siento —murmuré y él se separó de mí tan presto y con el ceño fruncido que me sentí aturdido por un instante, preguntándome ¿quién era este sujeto?

Tomó mi cara apretando mis mejillas evitando que hablara y me dio un rápido y corto beso... Pero en los labios. ¡¿En los labios?! ¡No, no! ¡Demasiado lejos! ¡Demasiado lejos! Y si no fuera poco, me dio otro pero este duró un poco más.

Estaba asustado. No quería esto... Yo, sólo quería comprobar, no que me besara. Me separé utilizando algo de fuerza y ahí me soltó. Caí de bruces, desde el sillón al suelo, doliéndome la cola. Me sobé y luego miré a Tweek sobre el sofá con sus manos tapando su boca y con los ojos llorosos. Temblaba pues sus cabellos se movían con rapidez igual como las cabezas que rebotan sobre los autos. Me levanté hasta quedar arrodillado, también tapándome la boca y mirándolo con preocupación y obvio, miedo.

—¡Perdón! —vociferó con su voz tan quebrada que me dio pena.

Me levantó y me guío a la puerta sin dejar de disculparse, iba a decirle algo más pero me cerró la puerta en la cara. Me sentí mal, por él, por mí, por lo que sentía. Estaba mal y no cabía duda de que necesitaba ayuda pues el beso que me dio Tweek no me gustó. Sentí como si a él tampoco le hubiera gustado. No se sintió real, sino mas bien forzado. No fue como el de Stan y necesitaba a Tweek de nuevo para intentarlo otra vez y esta vez que salga bien pero... Por cómo actuó, no creo que quiera volver a hablarme, a verme y mucho menos besarme.

Y eso, no me ponía feliz.

Último latido de un corazón oxidado [South Park]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora