Latido nueve

776 115 43
                                    

Mi mamá tuvo la grandiosa idea de invitar a los Marsh a cenar esta noche y estoy muy emocionado al respecto. Aunque por otro lado estoy nervioso pues la última vez que vi a Stan fue cuando nos dimos el beso y espero que eso no haya cambiado nada... Me refiero a que no quiero que hayan momentos incómodos. Y si los hay pues, me gustaría saber cómo reaccionar ante ellos.

Ella estaba en mi cuarto y me ayudaba tranquilamente a colocarme una corbata pequeña color negra, era bonita pero no es de mi estilo. Me peinaba hacia el lado, cosa que no me gusta mucho porque parece como si me hubiese lamido una vaca. Se esmeraba mucho para que yo me vea impecable, me corregía los pliegues que tenía mi ropa y me bañaba en el perfume que mi papá tenía para ocasiones especiales. ¿Será está una ocasión especial?

Cuando bajé, pulcro, los Marsh ya habían llegado y Stan estaba de pie en la puerta sosteniendo un delicioso pie de maracuyá, con un merengue anaranjado y pequeñas semillitas negras. Lo miré un buen rato, lucía elegante, incluso más que yo; me sentí avergonzado ya que se veía mucho mejor, con su chaqueta negruzca y sus zapatos con exquisitos diseños, además de que se veía tan lindo, con una humita negra azulada y su terno. No entendía porqué tanta elegancia, no es como si fuera la última cena, sin embargo, no puedo negar que Stan brillaba con ese atuendo. Parecía un pequeño príncipe y mi corazón latió muy rápido cuando sus ojos azules me miraron y sonrieron.

En la cena, nuestros padres parecían llevarse muy bien, aunque a mi mamá no le parezca agradable la idea de que el señor Marsh beba tanto en la mesa, ella cree que la señora Marsh es una dama excepcional con una mente espléndida y abierta, lo sé porque me lo susurró en mi oído. Mientras los cuatro adultos comían y se atragantaban con las jugosas carnes, Stan y yo nos lanzábamos miradas traviesas, golpeando nuestros pies por debajo de la mesa y de vez en cuando nos tomábamos de las manos, produciendo un cosquilleo en mi estómago, pues nunca había sentido tanta adrenalina.

Ambos acabamos muy rápido, justamente para ir a mi cuarto y estar solos, y eso hicimos, subimos las escaleras apresurados mientras escuchábamos a la mamá de Stan reírse. Stan conoció mi cuarto, yo considero a mi habitación como algo sagrado, como mi refugio, como algo que refleja como soy en mi interior. Nunca se la había mostrado a nadie y él fue el primero en verla con ojos terrenales y no con los míos.

—Es muy linda —dijo haciendo bailar un cohete que colgaba del techo.

—Eres el primero que viene —dije sentándome en el suelo, cerca de la ventana.

—¿De verdad? —Su voz sonaba ligeramente emocionada.

—Sí. Ven mira esto —Se acercó a mí y coloqué el telescopio que mi papá me compró el otro día sobre el marco de la ventana, ajustando las coordenadas—. ¿Te gusta el espacio?

—Sí, me gusta mucho —sonrió ansioso.

—Entonces te gustará esto.

Le entregué el aparato y él, dudoso pero con una sonrisa en su rostro, acercó su ojo a la lupa. Después de unos cinco minutos de silencio total se separó con sus ojos abiertos y asombrado.

—Wow —Fue lo único que dijo.

—Sí... —hice una pequeña risa—, es muy lindo ¿no?

Stan asintió y me quedó mirando. Sentía presión en el pecho, tenía miedo y no sabía porque. Se estaban formando esos tortuosos silencios que te obligan a hacer sonidos con la boca o con los dedos. Miraba mi pieza evitándolo a él, no quería toparme con sus grandes ojos y que algo malo sucediera.

—Craig ¿Por qué no me miras? —susurró y un escalofrío recorrió mis piernas.

—N-no... No lo sé —bajé mi cabeza y ese fue un grave error.

Trataba de hacer lo que me había dicho mamá, recordar los momentos en los cuales mi corazón saltase como loco y uno de esos momentos era ahora, aunque Stan aún no me dice que le gusto como lo hizo Tweek, yo siento que sí lo hace porque, si no le gusto ¿por qué se comporta así conmigo?

Stan toma mi rostro y lo levanta, dándome un corto y pequeño beso en los labios. De verdad creí que mi corazón iba acabar en su boca pues estaba muy exaltado. Cuando se separó sonrío sonrojado.

—Tú me gustas —dijo al fin y mis sospechas fueron ciertas—. Me gustas mucho.

Me quedé boquiabierto y con una felicidad desbordante salte sobre él y llené su cara con mis labios nerviosos y primerizos; él se reía y me gustaba mucho cómo era el sonido de su risa.

Después de su confesión, nos la pasamos jugando y mirando por el telescopio, también a veces, nos dábamos pequeños besos con la tonta excusa de que debíamos practicar para "algo", sin saber que era ese algo en realidad. Fueron los momentos más dulces de toda mi vida y esos momentos se acabaron cuando la señora Marsh llamó a Stan porque se tenían que ir.

Yo estaba acostado de espalda en la orilla de la cama, con la cabeza colgando y él sentado como indio justo al frente de mí.

—Me tengo que ir —comentó apenado.

—Pero no quiero —dije molesto tomando sus manos con incomodidad por mi posición.

—Nos veremos en la escuela... La pasé muy bien —Se sonrojó—. Hay algo que siempre quise hacer —agregó después de un último llamado por su madre.

—¿Qué cosa?

Y se acercó para darme el último beso de la noche, igual como en el hombre araña, sujetando mis mejillas con sus manos. Cerré los ojos mientras sentía su nariz en mi mentón. Era cálido y suave, igual como un peluche sedoso. Este beso fue mi fantasía, el del hombre araña; siempre me imaginé colgando de un edifico mientras que la chica me sacaba la mascara para darme un beso, y ahora no me importa que la chica no sea chica, sino chico, es mas creo que esto es mejor. Cuando se separó me reí nervioso pero feliz pues mi fantasía se había vuelto realidad. Me incorporé y lo abracé ocultando mi cabeza entre su cuello, sintiendo su olor y oliendo su cabello.

Bajamos las escaleras y mi mamá me miró levantando una ceja. De inmediato me puse inquieto.

—Estábamos jugando —Stan se apuró en responder.

Su madre sonrío y le extendió la mano para que se fueran. Agradecieron por la hospitalidad y por la comida. Cuando se estaban metiendo en el auto, yo miraba por la ventana como Stan cerraba la puerta y se despedía a través del cristal. Sonreí.

Antes de acostarme comí otro pedazo de pie mientras comparaba a Tweek y a Stan. Tweek era intranquilo y curioso, y aun así lo quería; Stan era calmado e impecable, y aun así lo quería. Eran tan distintos, incompatibles, como el aceite y el agua, sin embargo ambos coincidían en una cosa: los dos me gustaban.

¿Qué haré... Para el final de esta historia incompleta?

Último latido de un corazón oxidado [South Park]Where stories live. Discover now