Latido cinco

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Clyde tenía razón y no muy lejos de nuestro punto de encuentro se hallaba un riachuelo que sonaba con exquisita tranquilidad y calma. Algunos rayos tenues del sol que atravesaban las pesadas nubes se posaban con promiscuidad sobre el divertido y sonoro río. Me acerqué mirando mi reflejo que poco se notaba, ya que el agua era tan transparente que podía ver las piedras lisas por debajo y uno que otro pescadito nadando veloz por entre las rocas. Escapando y nadando junto con la corriente leve.

De la nada veo a Clyde en ropa interior, con sus calzoncillos largos color crema, revelando su vientre desnudo y sus piernas robustas, lanzarse al agua poco profunda. Cuando salió a la superficie temblando de frío pero con una sonrisa en su rostro, pude comprobar que el agua le llegaba hasta el ombligo. Le siguió Kyle, quién usaba unos bóxers de Terrance & Phillip verdes; se aventó igual que Clyde y ambos comenzaron a chapotear adentro, aunque sabía que estaban cagados de frío. Iba a entrar también y comencé a sacarme mi chaleco y mis pantalones; quedé en bóxers similares a los de Kyle, sólo que los míos eran de Red Racer, y me iba a lanzar también cuando presiento que alguien falta.

—¿No vienes? —le pregunté a Stan que miraba con temor a los dos niños en el agua. Negó—. ¿Por qué no?

—Puede haber serpientes —dijo guardando sus manos en los bolsillos de su chaleco café—, además... No sé nadar.

Abrí mi boca formando una "o" perfecta y circular. Miré a Kyle y a Clyde jugar mientras se sumergían y como no me estaban prestando atención, decidí que lo que haría era lo correcto.

—Si quieres yo te enseño.

—¿En serio? —Sus ojos parecieron brillar y reí ante eso.

—Claro pero tienes que quitarte la ropa y confiar en mí.

Asintió e hizo lo que le pedí. Sus calzoncillos cortos tenían un diseño de un balón de fútbol americano y me acordé que el otro día lo habían golpeado por mi culpa. Le estreché mi mano mientras él se acercaba titubeante al agua que corría veloz sobre las piedras. Yo ya tenía los pies adentro y esperaba a que él se acercaba un poco más para invitarlo a pisar el congelado líquido de cristal. Cuando se iba acercando, mirando con pavor el suelo verdoso pude darme cuenta que su nariz estaba colorada y no supe si era por el frío o por el pelotazo del otro día. Agarró mi mano con delicadeza y su cara enrojeció, debe ser por el frío, yo debo de estar congelado.

—Vamos sin miedo.

—¿No me voy a ir con la corriente cierto? —negué y luego reí por su ignorancia—. ¿Y las serpientes?

—Yo no veo ninguna y si alguna trata de comerte la pisaré —confirmé caminando hacia atrás haciendo que Stan se acercará más al agua.

Al fin la pisó y sus pies se resbalaron un poco al pisar la superficie lisa de las rocas planas, algunas con musgo. El agua salpicaba al chocar con sus tobillos y suspiró nervioso. Caminamos más adentro hasta que el agua al fin rozó su vientre.

—Está helada —confesó aferrado a mis manos apretándolas.

Dije que sí y después de eso le enseñé a nadar. Lo básico. A lo perrito y a lo rana, que fue lo primero que me enseñaron a mí. También le enseñé a flotar colocando mis manos bajo su guata mientras él estaba de forma horizontal y con ayuda de los demás lo motivamos a patalear para impulsarse; le mostré como tenía que mover sus manos y como la respiración ayudaba a mantenerse a flote. Se veía feliz y se reía cada vez que le tocaba su estómago. Nos salimos cuando el señor Garrison nos llamó y pude verlo vomitar detrás de un pino justo antes de subirnos al bus.

Último latido de un corazón oxidado [South Park]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon