Último latido

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En la noche, al lado del árbol de Navidad, inundando mi rostro de hermosas luces verdes, azules, rojas y amarillas, me encontraba yo, al lado del teléfono, debatiendo conmigo mismo en si llamarlo o no. Mis dedos jugaban con el cable, inquieto pues no sabía si hacerlo; tenía muchas dudas pero la mayoría de mis pensamientos eran "llámalo, llámalo, llámalo" y como yo soy un obediente, lo llamé.

—¡Hola! —grité exaltado cuando contestó.

—Ho-hola... —murmuró.

—¿Es muy tarde?

—No —rió.

—Mañana, ¿nos podemos juntar? —Estaba muy ansioso.

—¿D-dónde? —Se oía nervioso.

—En la calle que está cerca del lago —hablé tan rápido, que ni siquiera podía recordar el nombre del lago.

Él rió con ganas—. Está bien.

—En la mañana, a las ocho —confirmé.

—Sí, pero ¿por qué tan lejos? Si vivimos muy cerca.

—Es especial.

—B-bueno.

Nos quedamos hablando hasta las doce de la noche con la excusa de que esperábamos a Santa cuando en realidad, ambos sabíamos que no existe. Me encantaba hablar con él y mañana, mañana mi vida iba a cambiar para siempre. No podía dormir e hice mi otra llamada, a eso de las cuatro de la mañana; después de eso, soñé plácidamente.

La alarma me despertó y me levanté, me coloqué la bufanda y salí de mi casa. Caminaba un poco rápido pues quería llegar antes que él, quería llegar con el alba, con los primeros rayos del sol, aunque el sol ya había salido hace unas horas, yo quería estar en el lugar para cuando este se esté elevando. Mis pisadas eran largas, tratando de acortar la distancia, mirando a las pocas personas que transitaban por el pavimento; probablemente estén todos abriendo sus regalos y yo aquí, caminando con una carta y una caja envuelta torpemente en papel de colores. Cuando ya la ansiedad y la angustia por ver la cara de él me martillaba la cabeza, comencé a correr, tan rápido que el viento parecía cortar mi rostro, romper mis labios y sacarme los ojos. Hacía frío, y el vapor que se desprendía de mi boca me dificultaba la tarea de respirar con regularidad, ya que quería seguir viendo el vapor espeso, pero si quería correr adecuadamente, tenía que respirar con normalidad y dejar de exhalar.

Al llegar al lago, él todavía no llegaba. Suspiré, aliviado y miré la carta, sintiendo que la saliva no caía por mi garganta, sino que se quedaba estancada. Aguanté un poco más y dejé la carta en la banca, notando como las sombras de las nubes tapaban mi sombra. Me sentía mal, realmente mal por hacer esto, pero no tenía el valor para hacerlo en persona. Levanté la vista y él venía ahí, a lo lejos, reconocía ese caminar. Antes de que me viera, salí corriendo. Volví a correr.

No quería que me viera. No quería, tenía vergüenza y odio hacia mí mismo. Llegué a dar muchos saltos con tal de alejarme lo suficiente del lago, hasta llegar al colegio. Respiré agotado y me dirigí hacia la parte trasera, subí una escalera, cansado, con mis muslos pidiendo a gritos un descanso, apretando la caja contra mi cuerpo y deseando llegar arriba para tomar un respiro. No estaba seguro si él llegaría aquí, sólo espero que sí... Espero que sí.

Me quedé en el techo del colegio mucho rato, creo qué pasó media hora cuando empezó a nevar. Tenía frío y me abrazaba a mí mismo dejando el regalo a un lado. Seguí esperando, pensé en irme pero justo cuando esa idea cruzó mi cabeza, apareció.

—¡Llegaste! —le grité temblando.

Él asintió y corrió al patio, subió la escalera y llegó a mi lado.

—No sabía que estarías aquí —dijo agitado, atragantándose con su saliva—. Cuando me dijiste lugar especial yo...

—Oye... —lo interrumpí. Él me miró con los ojos abiertos, expectante—. Sé que fuiste tú.

Su rostro se sonrojaba y cada pequeño copito de nieve se deslizaba por sus mejillas.

—¿L-lo sabes?

—Tú me diste esto —Tomé la bufanda en mis manos—, y me diste la carta.

—Sí —rió y se apegó a mí—. Craig ¿por qué...

—Stan —le dije tomando el regalo, el cual tenía un poco de nieve encima—. Me gustas, me gustas un montón —Sentí que mi cara se ponía roja y caliente, incluso mi nariz. Los ojos me ardían y mi corazón latía tan fuerte, tan rápido, tan feliz.

Él, se reía, se sonrojaba, se cohibía y apretaba mis manos. Creo que no sabía que decir.

—Por favor —Tomé sus manos y le hice abrir la caja, sacando de ella una bufanda azul y roja. Se la coloqué y él la miraba con agradecimiento—. Por favor, quédate aquí... Conmigo —hice una pausa para respirar. Estaba muy nervioso—, para siempre.

—Craig...

—¡Sé! Sé que no soy perfecto pero no me importa lo que me diga mi papá, ni lo que me digan los profesores, o nuestros compañeros o... La gente, u otra persona —le dije abrazándolo—. Yo quiero estar contigo ¡Sólo contigo! —exclamé en su oído, escondiéndome.

Se quedó en silencio y se separó de mí para darme un beso gélido pero que con cada movimiento se convertía en uno cálido, tan templado que podía derretir toda esta nieve. Estaba feliz y lo abrazaba, lo apretaba, lo quería, me gustaba.

—Siempre estaré contigo —dijo besando mi nariz y riéndose.

Bajamos del techo felices, ambos con esa bufanda casi idénticas; bajamos, tomados de la mano. Caminando por las veredas que ahora se llenaban de gente, gente con nuevas adquisiciones, mirándonos confundidos pero no molestos, mas bien felices, por mí, por Stan, por nosotros.

Me daba igual llegar a mi casa con él, me daba igual que me vieran mis vecinos, me daba igual que mi padre se enojara, me daba igual que mi madre me aceptara, me daba igual que mi hermana se confundiera; todo me daba igual.

Estaba feliz, con Stan, a su lado, con mi corazón, descongelado, un corazón que se logró limpiar de todo óxido, de todo malgasto. Ahora estaba aquí, viviendo, con cada paso, con cada beso, con cada mirada, con cada latido y yo me pregunto ¿Cuántos latidos tuvieron que pasar para darme cuenta de que Stan era el que me gustaba en verdad?

Ninguno, él me gustó desde la primera vez. Sólo que tenía que escucharme decirlo... Eso es todo.

Y estando en frente de mi papá, y en ese mismo día, en ese mismo instante, tomé la mano que se extendía hacia mí y supe que esa era la mejor opción y que nada me haría cambiar de parecer.

El mejor latido, el mejor Stan.



*Fin*

Último latido de un corazón oxidado [South Park]Where stories live. Discover now