2. Invitación.

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2. Invitación.

—Su reunión comienza en dies minutos, señorita Ether —informó Francisco Mitchell, mi asistente o secretario, da igual, no veo la diferencia.

—Bien, iré ahora para estar allí cuando lleguen —al completar la oración un pequeño bostezo se me escapó.

Francisco me sonrió y esperó a que yo saliera de mi oficina para seguirme a la sala de reuniones. Al llegar allí, tomé asiento en el puesto que encabezaba la gran mesa y a mi lado se sentó Francisco con su libreta y lapicera en mano. Le di una computadora para hacer estas cosas, pero él insistió en seguir usando sus cosas.

La sala poco a poco se fue llenando. Cuando la reunión comenzó hablé un poco sobre el tema a tratar y luego los demás siguieron la charla mientras yo fingía que prestaba atención. Gracias a Dios tengo a Francisco, que anota todo lo importante en su libreta y da su opinión sobre el tema hablado y guía la conversación. Él parece el jefe y no yo, pero agradezco eso.

Francisco tiene mi total confianza, ya que él practicamente se crió aquí y sabe todo sobre la empresa. Para mi padre él fue el hijo ejemplar que nunca tuvo, así que le enseñó todo lo necesario para trabajar con nosotros y luego pagó su universidad. Francisco siempre ha mostrado total lealtad a la empresa y mi familia y es por eso que no me arrepiento de lo que voy a hacer luego de esta reunión.

La reunión duró casi dos horas. Y al salir de la sala le dije a Francisco que me acompañara a mi oficina.

Al llegar me senté en mi silla y luego invité a Francisco a tomar asiento frente a mí. —Te traje aquí para hablar de un tema serio, Mitchell.

—Le agradecería que me llamara Francisco —hizo una pausa y luego, nervioso, me preguntó—. ¿Qué sucede, señorita Ether?

—Ether —le sonreí levemente—. Como sabes el vicepresidente de esta empresa falleció.

—Si, Ether.

—Y ya tengo un candidato para el puesto, pero antes necesito tu opinión. Sé que mi padre hubiese tomado en cuenta tu opinión.

Me levanté de mi silla y caminé hacia el minibar que tenía al lado de un sofá. De allí saqué una botella de whisky y serví en dos vasos.

—Claro, Ether. Solo digame de quien se trata —permaneció en su asiento.

Caminé hasta él y le entregué un vaso. Me llevé mi vaso a los labios y antes de beber murmuré: —Tú.

Observé la reacción de Mitchell. Se quedó quieto por unos segundos y luego reaccionó. Se levantó de un salto de su asiento y me abrazó fuertemente mientras me decía repetidamente gracias. Sin querer derramé un poco del contenido de mi vaso en mi blusa, debido al entusiasta abrazo.

—Oh, perdón —Mitchell se separó de mí, mirándome avergonzado.

—No te preocupes —miré la mancha en mi blusa—. Tómate el día para instalarte en tu oficina, buscarte una o un secretario y para familiarizarte con el puesto.

—De nuevo: mil gracias. No se arrepentirá —me sonrió emocionado—. Buscaré mi reemplazo, señorita.

Reí y luego apunté la puerta, indicándole que se retirara de mi oficina.

Durante las siguientes horas estuve revisando papeles y firmando cosas que requerían mi autorización, como por ejemplo: un nuevo centro comercial y muchos gimnasios para un tipo que quería hacerse un negocio con eso.

Cuando el trabajo me aburrió dejé los papeles y prendí la computadora. Revisé los mensajes y respondí algunos, al ver que Lana me había mandado un link, lo abrí y cuando cargó la página pude ver un montón de fotos que nos tomaron la noche anterior, al parecer era una nota sobre mí. La leí y al terminar no pude evitar explotar en carcajadas. Estaban poniendo en duda mi sexualidad gracias a Lana. ¿Por tener una amiga que se vistió con un traje -que ni siquiera era masculino- y llevarla a un evento ya soy lesbiana? Simplemente estúpido.

Vendido. (En pausa)Onde histórias criam vida. Descubra agora