4. Vendido I

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Me saqué los zapatos y los tiré al piso, luego me lancé a la cama y cerré mis ojos. La cama se undió a mi lado anunciando la presencia de mi amiga.

—Sospecho que le gusto a Sean, para algo más que amigos —murmuré.

—Ya estabas tardando, mujer —se burló Lina y yo la miré—. Ya todos nos habiamos dado cuenta. Ese tipo lleva tres años babeando por ti. ¡La prensa hasta les puso nombre de pareja! Que es un asco, por cierto...

—Sether —susurré con fastidio—. Pensé que era sólo un juego.

—¿A ti te gusta? —preguntó mirando la pantalla de su celular.

—No en ese sentido —respondí con disgusto—. Creo que dejaré de verlo para no alimentar lo que sea aue quiera tener conmigo.

Lina no respondió y yo cerré mis ojos nuevamente, dispuesta a dormir. Recordé que hoy en la tarde se realizará la Venta de chicos. Me senté rápidamente y miré el reloj, 4:57 am, llegamos bastante tarde de la Disco. Lana se quedó con una chica y luego desapareció, antes de irse nos avisó que volvería para almorzar.

—Se me olvidó contarles, a tu hermana y a ti, que hoy se realizará una Venta de Chicos.

—Y tú quieres ir y requieres de nuestra compañía, ¿cierto? —me sonrió burlonamente—. No necesitas comprar chicos, y lo sabes.

—Quiero vitrinear, será interesante. Y tú también quieres ir, lo veo en tus ojos.

—¿En mis ojos? —rió—. Yo en los tuyos sólo veo algo hermoso, mi reflejo.

Le boté el celular de un manotazo y luego alcé mis cejas y reí, —eres una idiota.

—Iremos —me dijo Lina luego de recuperar su celular—. ¿A qué hora es?

—Ocho y media —un largo bostezo se me escapa luego de murmurar esas palabras—. Ahora dormiré, estoy muerta.

—Ponte pijama.

Rodé los ojos, a duras penas me levanté de la cama para ir a buscar mi pijama y luego ir al baño para vestirme allí. Una ves lista, salí del baño y corrí hacia mi preciada cama, me acosté bajo las tapas y luego le tiré una almohada a Lina para molestarla. —Mi casa es tu casa.

Luego de decir esas palabras, al fin pude dormir. Esa noche soñé qur caminaba por una larga pasarela llena de sangre y que al final de ella Sean se me declaraba.

Abrí los ojos de golpe y atrapé la almohada que Lina me había lanzado.

—Tienes unos reflejos impresionantes —apuntó y frunció el ceño—. ¿Estabas despierta?

—No, ¿que hora es? —pregunté de mal humor.

—Una y cuarto. Tu abuela te espera para almorzar.

Gruñí enfadada y Lina salió salió rápidamente de la habitación.

Hice mis necesidades y me duché rápidamente. Luego me vestí con un short y una polera blanca de tirantes. Sin secarme el pelo y sin ponerme zapatos salí de mi gran habitación y corrí hacia las escaleras. Al llegar ahí miré el pasamanos con duda.

—Como en los viejos tiempos, Ether —murmuré para mí y me deslizé por ahí.

Caí con las piernas ligeramente flectadas. Luego de eso volví a correr para llegar rápido al comedor.

Una vez allí, le sonreí a mi abuela y ella me miró mal.

—¿Cuantas veces te tengo que decir que no andes descalza por la casa?

Vendido. (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora