9. Siempre estaré contigo. III.

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—¿Dónde está? —le pregunté a Arthur apenas lo ví, las manos me temblaban ligeramente debido al nerviosismo.

—¡Querida! Haz llegado al fin —Arthur se levantó de su asiento y me miró, nunca lo había visto tan preocupado—. Mi hijo está en esa habitación, no durará mucho despierto, ve a verlo ya. Dormirá toda la noche.

Asentí y me adentré en la habitación que Arthur me indicó.

Al entrar lo primero que ví fue a Sean acostado en la espaciosa camilla con sus ojos cerrados. De la impresión, al ver su rostro, mis manos se dirigieron a mi boca. Su rostro se encontraba totalmente desfigurado y amoratado, en su brazos se lograban vislumbrar varios cortes y moretones. El resto de su cuerpo se encontraba tapado con las sábanas y me impedían ver qué tan dañado se encontraba en esos lugares, y lo agradecí porque no creí ser capaz de soportarlo.

Corrí a su lado, intentado controlar la angustia que me provocó el verlo.

Apoyé mi mano en su pecho y Sean abrió sus ojos y me miró.

—Estas aquí —murmuró con sorpresa.

Acaricié su mejilla mientras le sonreía con tristeza. —Obvio que estoy aquí, Sean.

—Pensé que no me querías ver nunca más —cerró los ojos disfrutando de mis caricias.

—No mentí cuando dije que siempre estaré contigo —con mi mano libre tomé las suyas y las apreté ligeramente, teniendo cuidado de no causarle dolor.

—Oh, nena —su voz salió disfrazando un lastimero sollozo—. Te amo demasiado, amor.

—Yo también —respondí. No hablamos de la misma clase de amor, pero debo decir que lo amo, indudablemente—, y aquí estaré siempre para ti, a pesar de todos los problemas que podamos llegar a tener.

—Quedate conmigo esta noche —suplicó, su voz cada vez sonaba más apagada debido a la anestesia que ya surtía efecto.

—Aquí me tienes, Sean.

Sean no tardó en sumirse en un pesado sueño que, como dijo su padre, duraría toda la noche. Dejé su rostro y apoyé mi cabeza en la camilla, sin soltar sus manos. Mi celular comenzó a vibrar de una manera insistente, ignoré las primeras llamadas, pero luego de notar que no se detendrían contesté.

—¿Dónde estás? Acabo de llegar a tu casa y Ethan me ha contado que lo dejaste tirado en el auto, Lana lo tuvo que traer.

—Olvidé por completo su existencia —suspiré con frustración—. ¿Está enfadado?

—Un poco —realizó una pausa—. ¿En dónde estás?

—En el hospital, me ha surgido un imprevisto...

Javi me interrumpió. —¿Te encuentras bien?

—Si, vine por un amigo —calmé su preocupación—. Dile a Ethan que lo lamento, no llegaré hoy a casa.

—Yo le diré —soltó una risa seca—. Ya imagino sus celos, será divertido.

Ignoraré eso —sonreí divertida—. Nos estamos viendo, Javi. Cuídame a mi chico.

—Lo haré, don't worry.

Me levanté a la vez que guardaba mi celular, le di una mirada a Sean, su apariencia me seguía perturbando. Salí de la fría habitación para dirigirme a Arthur.

—Ya es muy tarde, señor. Debería ir a su hogar para descansar, no se preocupe por su hijo, yo me quedaré con él y planeo llevarlo a mi casa mañana, si es que no le molesta.

—¡Claro que no, hija! Sé que Sean está mejor contigo —me dió una sonrisa que se me antojó extraña—. Ante cualquier novedad, me informas.

—Así será —le di una seca sonrisa y luego de estrechar su mano volví con Sean.

Ésta será una larga noche, solté luego de ver el sofá en el que dormiría.

A la mañana siguiente, me despertó el Doctor al entrar en la habitación. Me sonrió con ternura cuando le dije que no lo pude dejar solo. Lo revisó ante mi atenta mirada, y cuando estaba por terminar Sean despertó.

No dejó de mirarme con una amplia sonrisa hasta que el doctor se marchó. —Te quedaste.

—Te dije que lo haría, ¿o no? —alcé mis cejas y le sonreí—. Te vas conmigo hoy, tu padre me ha mandado un mensaje avisando que ya hizo los movimientos necesarios para que puedas salir de este lugar, en mi casa te esperan unos enfermeros.

—¿Me das un beso? —preguntó luego de unos segundos y obviamente, viéndolo en ese estado, no me pude negar.

Narra Ethan.

Me cubrí el rostro con la almohada al escuchar unos pasos que se dirigían hasta mi habitación. La noche había sido una mierda y no quería que nadie me molestara en estos momentos.

La puerta fue abierta bruscamente sin pensar en que yo podría haber estado durmiendo. Ya sé quién es.

—¡Levántate, flojo de mierda! Ya son las diez de la mañana —gritó Javi. Me quitó la almohada y yo la miré mal, ella en cambio me dió una mirada llena de burla.

—Dejame —me cubrí con las sábanas.

—¿Te sientes mal porque Ether te dejó anoche? —soltó una risa burlesca. Fruncí el ceño fastidiado—. Oh vamos, flacucho, muestrale al mundo que eso no te afecta.

Me destapé y la miré. —¿Ya llegó?

—Está por hacerlo, y no viene sola, compa, así que prepárate.

—¿Con quién viene?

—Ya lo verás —salió de la habitación, disfrutando de mi frustración.

Solté un suspiro y me levanté, hice lo de todas las mañanas y cuando llegué al primer piso dispuesto a comer algo en la cocina, me encontré con una ojerosa Ether, que a pesar de eso se veía preciosa.

Me dió una corta mirada y cuando me dispuse a hablarle se marchó velozmente. Fruncí el ceño. Mis ganas de un desayuno se habían esfumado por completo. Javi llegó a mi lado y me tiró del brazo hasta guiarme a la sala de estar. Recostado en el sofá se encontraba el idiota que le propuso matrimonio a Ether con varios enfermeros a su alrededor, con que eso es.

Miré a Ether y ella a mí, pero no duré ni tres segundos sosteniéndole la mirada cuando unas enfermas ganas de huir me invadieron. Y así lo hice. Salí velozmente al jardín y cuando estuve lo suficientemente lejos, me senté en el pasto.

¿Qué es este dolor que siento en el pecho y por qué lo siento?

🌹🌹🌹
Holi, cada vez que narra Ethan siento que el capítulo está malo jaja. Pero ahí tienen.

Vendido. (En pausa)Where stories live. Discover now