8. Trabajo. I

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Solté un suspiro. Estoy malditamente cansada. Continué mi trabajo en el computador y luego de media hora logré terminarlo. Miré el reloj que colgaba en una de las paredes, 17:43, aún me queda tiempo antes de la entrevista que me vendrán a hacer, será para un “reportaje” sobre Mujeres emprendedoras.

En la computadora frente a mí busqué las últimas noticias sobre mí, un 40% de ellas son sobre cosas relacionadas con mi trabajo y el otro 60% sobre la propuesta de Sean. Mierda. Sigo sin comprender como pudo hacer algo así. ¡Ni siquiera éramos novios! Si, nos acostabamos de vez en cuando, pero eso no quiere decir que tuviéramos una relación amorosa. No sé qué haré ahora con él, llevamos muchos años siendo amigos y no quiero perder eso. Sean estuvo conmigo, apoyándome en mis peores momentos y por eso le estaré eternamente agradecida. ¡Me ayudó a salir de la miseria que me comenzaba a consumir tras la muerte de las tres personas que más amaba!

Aprisioné mi labio inferior entre mis dientes mientras leía una de las noticias. Cada palabra lograba que todos mis músculos se tensaran debido a la rabia. Me giré de una manera violenta en mi silla para quedar frente a la ventana. Con la gran vista frente a mí pensé en que haría con el tema. No alejaré a Sean, pero tampoco aceptaré su petición.

El teléfono que se encontraba encima del escritorio comenzó a sonar. Contesté la llamada.

—Señorita Ether, la entrevistadora ya está aquí y espera su permiso para poder entrar —informó mi secretaria.

—Que pase —respondí, un tanto cortante, para luego finalizar la llamada.

A los pocos minutos llegó la chica, nos saludamos y luego de eso dimos inicio a la entrevista.

Cuando llegó el fin de la entrevista, después de casi 50 minutos, la chica dejó de lado la seriedad para pedirme una foto. Accedí y luego de eso me contó que había sigo una fiel seguidora durante mis años de modelaje, no pude evitar sonreírle.

Una vez sola en mi gran oficina me levanté de mi silla giratoria y caminé hasta el sofá para recostarme. Mi trabajo de hoy llegó a su fin, pero aún no quiero llegar a casa. Las gemelas están en el “Infierno” resolviendo un problema y no me quieren allí retrasandolas, menudas hijas de puta. Ya no tengo a Sean para entretenerme y mis antiguas amistades son una mierda. En estos momentos necesito a mis padres y a mi hermano.

Mi celular vibró, avisándome de una nueva notificación. Agradecí la distracción ya que mis pensamientos iban a tomar un rumbo un tanto deprimente y ya no estoy para esas mierdas.

Revisé la notificación, era un mensaje que había llegado a mi correo electrónico, lo leí. Era una invitación al aniversario de un centro de rehabilitación, que mi empresa construyó gratis. Solté un largo suspiro, si mi hermano hubiese aceptado ir a uno de esos lugares seguiría con vida. Respondí brevemente el mensaje comunicando que asistiría.

Por un largo rato revisé los correos, eran demasiados. Al terminar ya tenía mi agenda llena durante los próximos cuatro meses. Voy a volver a tomar mi papel como figura pública.

La puerta de mi oficina fue abierta con cuidado, Angelina entró sin notar mi presencia, dejó una carpeta en mi escritorio y cuando se dió la vuelta para retirarse su vista chocó conmigo.

Sus mejillas se tornaron rojas, por la vergüenza supongo. —No la había visto señorita, sólo vine a dejar la información para el día de mañana. Perdone la interrupción.

—No te preocupes —le dije frunciendo el ceño, que sea tan vergonzosa me molesta. Mi vista se posó en el reloj—. Tu horario de trabajo terminó hace una hora, ¿Qué haces aquí aún?

—Me gusta adelantar el trabajo, pero ya estaba por marcharme.

Asentí y le hice una seña para que se fuera de una vez. Se merece un aumento.

Vendido. (En pausa)Where stories live. Discover now