Prólogo

4.4K 178 12
                                    

Alec estaba pensando en Clary, otra vez.

Clary es una dulce tormenta, con pelo rojo ceniza y de lindos labios, que vino a poner su vida de cabeza desde que llegó.

Hay algo en ella... él quiere confiar en lo que siente, pero termina herido cada vez que se deja llevar.

Sigue dando vueltas en su cabeza ciertas cosas que él adora de Clary, y sólo tiene la certeza de que él le pertenece.

Pero estaba harto de no poder dormir por el tormento de acordarse cada pelea, y cada grito.

Alec caminó hasta la ventana mezclando su reflejo con la impresionante vista.

Él siempre había odiado este eterno pueblo, con sus enormes montañas y su olvidado castillo.

Era un lugar que alentaba sus tendencias a sentirse inestable.

Pocos segundos después, él vió algo en la distancia, o mejor dicho alguien.

Era la inconfundible figura de Clary, que marcaba su paso en la nieve con precisión.

Inconfundible, porque sabía cada centímetro de memoria.

Alec pasó saliva en seco. Se quedó mirando su propio reflejo.

Él estaba lleno de energía, era seguro de sí mismo, alto, de manos fuertes, con los ojos verdes brillando en contraste con la oscuridad de su cabello y la palidez de su piel.

Sus amigos lo veían como una persona que le gustaba ayudar a los demás sin que lo sepan, una vez lo encontraron vendiendo en secreto su moto para pagar a su hermana el viaje de graduación.

Pero ni una persona que renuncia a su moto para hacer feliz a otro, estaba preparado para lo que Clary tenía entre manos hoy.

Ella lograba quitar todas esas cualidades y dejar su peor lado expuesto, con tan sólo dos palabras o una mirada de más.

Copos de nieve comenzaron a caer de nuevo, poniéndo a Alec ansioso.

Agarró una taza de café que había dejado cerca y la apretó con los dedos.

Mientras Alec ponía un pie afuera y Clary se iba acercando, él podía ver la expresión en sus ojos.

Clary lo observaba con toda la furia que podía albergar en su cuerpo.

Alec sintió una presión en su pecho, no le gustaba verla así de afectada. Él sabía la razón.

Al llegar hasta él, ella dijo en tonos callados "¿Cómo pudiste hacerme esto?".

Alec miró hacia atrás, aún más ansioso que antes y todavía apretando la taza de café.

"Clary, yo sólo... ya no te necesito en mi vida nunca más", él le respondió.

Se miraron a los ojos intensamente con los sentimientos encontrados, una tormenta de recuerdos estallaba en medio de los dos.

Alec dejó caer el café, tiñendo la nieve a su lado de color negro. Agarró las temblorosas manos de Clary entre las suyas.

"Te odio más que a nada, porque me atraes, sin que tengas la fuerza suficiente para quedarte conmigo", le confesó Alec con tristeza quebrada en la voz.

Él sabía que eso no iba a ser suficiente para alejarla de su camino.

"No deberías gustarme, quisiera odiarte tanto como te amo, lo juro... pero no puedo olvidarte", insistió Clary.

"Dime qué decir... no quiero lastimarte más", habló Alec casi entre susurros.

"Sin importar qué pase, intentarás quedarte... dime eso", dijo Clary acercándose.

Él estaba a punto de besarla, pero la dejó ir retrocediendo unos pasos mientras levantaba los brazos para soltarse.

Ella se quedó viéndolo sorprendida.

"¡Basta de juegos! sabes muy bien qué tienes que hacer para que yo te crea", dijo Alec.

Cuando el amor se reprime, se niega, el odio pasa a ocupar su lugar.

Dulce Tormenta©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora