PRÓLOGO

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Compasión; [nombre] Sentimiento de conmiseración, pena o lástima hacia quienes sufren penas, calamidades o desgracias.

Compasión; [nombre] Sentimiento de conmiseración, pena o lástima hacia quienes sufren penas, calamidades o desgracias

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La masacre se había extendido en aquella vivienda. La sangre salía de un cuerpo casi sin vida. Una mujer de largos cabellos dorados yacía en el suelo con una tez pálida impropia en un cuerpo humano.

Desde la habitación de la chica de no más de nueve años se podían escuchar los gritos que soltaban sus progenitores sin cesar. El sonido de vidrios rompiéndose, los puñetazos que su padre soltaba a diestro y siniestro, los chillidos que su madre reclamaba pidiendo que no les hiciera daño a sus hijos.

Un último aullido de dolor emitiéndose desde el piso de abajo. La pequeña se acercaba al pecho de su hermano el cual intentaba tranquilizarla sin obtener un resultado favorable de su parte. Las manos de ambos temblaban al igual que sus voces. Los dos chicos estaban completamente acongojados al escuchar todo lo que estaba sucediendo.

Un golpe, otro más. Y, después, algo se chocó contra el suelo. La niña sintió el cuerpo de su hermano convirtiéndose en algo completamente rígido, sus músculos tensándose. Los ojos de la joven se dirigían a su hermano, observando así, como él dirigió su mirada a ella. Una sonrisa tensa formándose en los labios del muchacho desprendiendo una tranquilidad que no servía de nada en aquellos momentos.

- No salgas de aquí, Nora - habló el chico -. Vuelvo en un minuto.

Sin embargo, el tiempo pasaba y la chica iba sintiendo cada vez más miedo. No se escuchaba ningún ruido en la casa y eso a la muchacha empezaba a asustarle. Se bajó de la cama en la que estaba acurrucada, abrió la puerta que su hermano había cerrado. Una brisa de aire frío se caló en el cuerpo de Nora provocándole un escalofrío que le recorrió desde los pies hasta la cabeza. Obligó a sus pies a moverse, éstos parecían gelatinas. Temía caerse y hacer un ruido que no debía. No en ese mismo momento donde sus padres y su hermano estaban ahí abajo.

Con un sigilo chocante por parte de la niña, ella bajó las escaleras de su casa. El miedo filtrándose en cada partícula de su ser al igual que un virus. Sus piernas estaban en arenas movedizas mientras observaba la imagen que se mostraba ante sus ojos. Las lágrimas no tardaron en aparecer para aquella joven tan inocente.

Su hermano, el muchacho de ojos negros como carbón permanecía al costado de la mujer. Sujetaba la mano de la que era su madre sin lograr impedir que las lágrimas cayeran por sus mejillas. A sus dieciocho años recién cumplidos, el muchacho seguía preguntándose como una persona podría haber llegado a un punto de conseguir matar a una persona.

Los ojos de él no se separaban del cuerpo de su madre sintiendo todo el resentimiento que le embriagaba en esos momentos. La tristeza se empezaba en convertir en ira hacia su padre. Aquella persona que lo había maltratado desde hace años.

No podía explicar cómo se sentía en esos momentos. Sentía que la vida se convertía en la mismísima mierda en ese instante. Su rabia iba aumentando a medida que los segundos transcurrían.

¡No me beses! (U.D.S.#4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora