Capítulo 29

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— ¿Enserio lo hiciste? — gritamos Amber y yo. La risa divertida de Lynnete irrumpe en la habitación. Me meto un puñado de palomitas a la boca notando el estómago un poco revuelto pero comiendo aún así.

Estábamos en nuestra habitación, la de la pelirroja y la mía, muertas de aburrimiento. Las dos en el sofá hasta Lynn había aparecido de la nada, como siempre hacía, alegando que hoy era un buen día para una noche de confesiones. Una cosa había llevado a la otra y terminamos hablando de cosas como esta.

Lynn se encoge de hombros —. ¿Qué queréis que os diga? Estaba muerta de ganas y él igual, fue natural.

— ¿Natural? ¿En medio de la calle, escondidos detrás de un bar del podría haber salido cualquier persona? — hablo sin creerlo, sinceramente, no tengo ni idea de cómo habría actuado estando en su lugar. Un escalofrío recorre mi espina dorsal.

— Fue espontáneo y estuvo de puta madre — confiesa, se muerde el labio mirando hacia arriba, como esas locas enamoradas que salen en las películas o en los libros. Suelto una carcajada y echo un vistazo a Amber. Se tapa la cara con las manos, su rostro rojo como un tomate y con un mueca de repugnancia pintada en los labios.

— ¿Podemos cambiar de tema? Es de mi hermano de quien estáis hablando y no quiero saber las cosas que hacíais mientras yo no estaba, gracias — espeta ella, la risotada vuelve a escapar de los labios de Lynn quien, seguidamente, acaricia el brazo de Amber.

— ¿Quién ha dicho que no estabas? — interroga.

El ceño de Amber se frunce en confusión y, después, agranda tanto los ojos que siento que se le van a salir de sus órbitas. Le daré el cubo de las palomitas si después de esto tiene ganas de vomitar. Abro la boca sorprendida a más no poder, la risa huye de mi cuerpo sin poder evitarlo imitando a Lynn en el acto. Amber señala a la pelinegra entreabriendo la boca.

— ¿La noche esa que fuisteis al coche a por mis llaves de casa? — cuestiona, Lynn asiente. Regresa sus manos a su rostro luciendo exasperada —. Oh, Dios mío. Dijisteis que no las encontrabais y tampoco tardasteis tanto.

— No fue necesario, tú estabas bailando con ese chico del bar y no te diste ni cuenta — se ríe.

Amber finge tener un escalofrío a lo que reímos ambas. Niego con la cabeza.

— ¿No te dio miedo que pudiera aparecer alguien?

Lynn me mira como si fuera la pregunta más estúpida que le han soltado en su vida, alza una ceja —. ¿A ti te habría importado si hubiera sido Chad? — interroga obvia —. No nos fijamos en esas tontería — se justifica antes de darme el derecho a responder a la primera pregunta.

Sonrío y sacudo la cabeza en negación. Ahora reconozco el sentimiento de Amber al ponerse roja de vergüenza. Mi barbilla toca mi pecho, hundo mi mano en el bol de palomitas al distinguir que Amber no vomitará sobre él.

¡No me beses! (U.D.S.#4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora