Capítulo 3

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Con los años, las personas comenzaron a ver a Skylar con otros ojos

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Con los años, las personas comenzaron a ver a Skylar con otros ojos. Después de hacer oficial su retirada del modelaje para comenzar la universidad, el acoso en casa de su hermano, con quien vivía, fue brutal. A todas horas con cincuenta mil reporteros para seguir cada lugar al que iba, cada mínima acción que realizaba.

A saber por qué si ya se había distanciado de su carrera y todo lo referido a ello. Ya no había marcha atrás de todas formas, por más que ellos o ellas quisieran que volviera.

Ahora todo está tan calmado que, al entrar al aeropuerto y que ni una sola persona repare en ella, su sonrisa se extiende por todo su rostro. Después de nueve años, aún se siente incómoda cuando eso sucede. A saber cómo se las ingeniaba para que el nerviosismo no acabara con ella. Imito su acción anterior y niego con la cabeza. Ojalá mi trabajo en la música llegue tan alto como el suyo de modelo.

Me siento desubicada cuando una enorme pasarela se extiende dando un círculo como si estuviéramos en una rotonda. Le echo un vistazo a mi hermano detrás de mí, frunzo el ceño dándome otra vez la vuelta para reparar en ellos, cogidos de la mano, a unos pocos metros delante de mí.

Anda que saben esperar siquiera — pienso.

Muevo los pies uno detrás de otro. Con el corazón en la garganta y el estómago revuelto, rezo por que, al llegar allí, la bienvenida sea fabulosa. Según he mirado, una compañera de piso estará esperándome — o yo la esperaré a ella. Solo cabe tener la esperanza de que sea educada y simpática. Y limpia, por el amor de Dios.

Por lo demás, el horario, los libros de texto, la llave del apartamento y todo ese estúpido rollo, me lo darán en la secretaria que, según tengo entendido, está nada más entrar en el instituto. De allí me tendré que ir a la residencia de estudiantes, dejar mis maletas y orar a Dios por que la cafetería esté abierta para tomarme un café.

Solo llevo despierta dos horas y ya estoy muerta de sueño. El café se hace de necesitar.

— Tienes que facturar tu maleta, peque — se da media vuelta Dylan aún con su mano agarrada a la de Skylar. A veces son tan dulces que llegan a dar angustia de tanta dulzura —. Aún queda una hora para que puedas entrar al avión así que más te vale venir a despedirte — bromea, me guiña un ojo.

¡No me beses! (U.D.S.#4)Where stories live. Discover now