Capítulo 11

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¿Qué es un minuto para la eternidad?  

¿Qué es un minuto para la eternidad?  

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— ¿Qué te pasa últimamente? — pregunta Amber de repente. Deja de hablar de lo maravilloso que es ingerir calorías sin parar para hacerme la pregunta.

Volteo el rostro frunciendo el ceño.

— ¿Qué? — interrogo de vuelta. Sin saber bien a qué se está refiriendo.

Dramatiza al interpretar el personaje de una persona exasperada. Bufa y lleva las manos al cielo como si Dios la fuera a escuchar y hacer caso. Como si así fuera a reconocer de lo que demonios sea que está hablando.

— Estás pero no estás — regresa su mirada a la mía. Intento no reír por el paripé que se está montando en la cabeza en un momento —. No me has hecho caso desde ayer al mediodía, cuando saliste de esa clase donde estaba Chad y el amigo ese, ¿Jayden? — comienza su verborrea. No existo a cinco centímetro a la redonda de su visión, se inmersa en esa clase de sueño diurno del que es tan difícil sacarla mientras habla como posesa —. Ni una sola palabra, ni un solo gesto. Llevo estudiando psicología solo unas semanas pero no tengo que ser una ayudante de locos para saber que algo te pasa.

Se calla, durante un segundo, un nanosegundo que es un mundo para mí.

No es del todo mentira, no son para nada mentira todas esas palabras que han escapado de su boca y llegan hasta mis oídos. Me coloco bien el bolso en el hombro, cada libro pesa una tonelada más sobre mi cuerpo. Si a eso le sumas la culpabilidad y el remordimiento que siento por haber tratado el anterior día de esa manera al chico-roba-besos todo se reduce a que mi bolso pesa, por lo menos, dos toneladas.

Será imposible soportar un peso de tal magnitud.

Odio sentirme así. Echar un vistazo a mis costados y ver la mirada decepcionada de Chad, sus labios fruncidos en busca de las palabras correctas —aunque yo no me haya preocupado de analizar todo lo que salía de mi boca— y su rostro completamente hundido en la humillación y la desilusión.

Mierda. Ya empezamos otra vez.

— Lo que me lleva a que... — sacudo la cabeza. Cruzamos el umbral de la cafetería y, durante unos instantes, quiero golpearme contra el cristal del establecimiento por no haber estado atenta a lo que ha retomado a saber cuanto tiempo antes —... a ti te ha pasado algo con el chico bueno — interpreta como levantando sus cejas. Arriba y abajo.

Si sigue así terminará dándole un síncope o algo.

— ¿Qué? — me hago la loca. No tengo que fingir demasiado. Decir que he escuchado todo su monólogo sería la mentira más grande que mi boca hubiera soltado.

Pone los ojos en blanco. Un grito contenido escapa de sus labios.

— ¿Qué te ha pasado con Chad? — vuelve a preguntar. Vocalizando, gesticulando, expresando de la manera más simple en la que, incluso un bebé de pocos años, conseguiría adivinar.

¡No me beses! (U.D.S.#4)Where stories live. Discover now