· XVII ·

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Se preguntaba si el haber expuesto sus intenciones era lo correcto.

Porque Kyungsoo tenía la sensación de que no; que la situación había empeorado.

Todo habitante perteneciente al pueblo de su padre, sea la servidumbre real o su familia, lo conocía por su obstinación, aspecto que no tenía intención alguna de cambiar; ni cuando recibió una negativa rotunda ante su insistente idea de irse a vivir en una cabaña particular, sin nada de comodidades y ganándose su propio alimento; ni ahora.

Podía ver como la criatura se contenía en su presencia, como también todo aquel odio y rencor que había cobrado una intensidad extrema, la noche en que esta se hallaba en su forma humana.

Entonces el pelinegro se preguntaba cuál era el objeto de tanto odio.

La razón por la que se contenía.

Después de aquella última conversación, Kyungsoo estaba con un brazo flexionado y el mentón apoyado en la palma de la mano, en uno de los tantos balcones de aquel castillo colosal un tanto aburrido, mientras miraba fijamente a los alrededores y apenas vislumbraba a los árboles que ya se veían desprovistos de hojas.

El día había corrido rápidamente y ya era nuevamente de noche.

Soltando un suspiro cansino, se frotó las palmas de las manos entre sí para calentarlas un poco y decidió que lo mejor que podría hacer ahora era irse a descansar.

Su estómago gruño y haciendo una mueca por el sonido, pensó que tal vez no comió lo suficiente.

Se acercó a su bolso, para buscar algo de su ración seca y al cabo de un tiempo terminó rascándose la nuca, apenado por haber sido tan descuidado en dejar su bolso en el suelo, y dentro del cual ahora no había nada.

Seguramente las ratas se la habrían jugado para sacar su comida de allí o eso era lo único que vino a su mente, luego de verificar los agujeros en la tela.

"Que torpe" Fue lo que pensó repasando sus dedos a través de los huecos de su bolso.

Más cansado que enojado, solo pudo pensar en dormir y al día siguiente vería que hacer para apaciguar el hambre.






*****               *               *****






Aquella sensación de nuevo estaba allí.

Kyungsoo despertó seguro de la otra presencia en su habitación, se sentó y a pesar de gozar de una visión limitada, repaso los ojos a su alrededor.

— Solo puedo hacerlo desde el momento en que el sol se pone... —se escuchó la conocida voz ronca y pastosa, que no mostró atisbo de duda al hablar.

El pelinegro frunció el ceño confundido y aún un tanto aturdido por el sueño.

— El convertirme en hombre —aclaró el otro— Puedo hacerlo desde el momento en que el sol se pone hasta el amanecer.

Sacudiendo la cabeza, el pelinegro froto su cara para despabilarse y ahora más lúcido, poso sus ojos sobre el sitio de donde había venido la voz a sabiendas de que ahí estaba la criatura que para su extrañeza y tal vez ánimo, una vez más había venido a él para hablar de sí mismo.

Silencio.

Kyungsoo se esperaba más palabras venir, pero al cabo de unos largos segundos, escucho como alguien salía de la habitación.

Pero a pesar de ello, no pudo evitar sentirse feliz.

Porque el otro no había azotado la puerta ni se había ido enfurecido como en las anteriores ocasiones.






Al amanecer, mientras se preparaba para salir fuera, Kyungsoo se encontró con dos trozos de pan seco depositados descuidadamente sobre el velador viejo y desgastado de su cuarto.

Y solo pudo atinar a sonreír, agradecido en silencio.    










AnateMA [Kaisoo]Where stories live. Discover now