· XXVI ·

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Tic tac.

Tic tac.

Tic tac.

Su cuerpo estaba empapado en sudor, y apenas era capaz de reunir las fuerzas suficientes para conseguir avanzar hacia el comedor arrastrando sus pies desnudos por el suelo helado, mientras se apoyaba de vez en vez sobre las paredes húmedas.

Tic tac.

El sonido del reloj que venía directamente de su destino, le decía que estaba más cerca para verlo por una última vez, y también le hacía preguntarse cuantos minutos más podrían quedarle.

Tic tac.

Tic tac.

— ¡¡KYUNGSOO!! —llamó con la poca energía que le quedaba— ¡¡KYUNGSOO!!

Consciente de su incapacidad para acercarse hacia aquella imagen por completo, se sentó al borde del portón de ingreso del que una vez, fue el comedor de su familia.

Y muy a su pesar, alzó lentamente el mentón para dar con los ojos de la persona pintada en aquel retrato que se la había pasado profesando odio, y maldiciendo cada segundo de su vida.

— Deberías... —comenzó a hablar respirando pausada y pesadamente— Estar aliviado... porque yo, tu hijo...—tomó una gran bocanada de aire para continuar— Al fin moriré...

Las pisadas que le informaban sobre cercanía de alguien más por el pasillo, se hacían cada vez más audibles y recostando por completo su cabeza hacia atrás, se dedicó a esperar.

Cuando Kyungsoo ingreso en el comedor y se percató de su estado; vio como perdió el aliento y como una vez más como tantas, trato de acortar la distancia con él, pero antes de darle la oportunidad de hacerlo, reaccionó dedicándole una mirada helada.

— Quiero que te vayas —le dijo firmemente.

— ¿E-eh?...

— ¡¡¡VETE!!! —le gritó con el repudio filtrándose a través de sus labios.

La leve confusión pintada en el rostro de Kyungsoo desapareció en segundos, siendo reemplazada por una de temor, temor por las razones que causaban la urgencia del otro para que se fuera.

— No quiero irme —repuso el de ojos grandes inquieto por su bienestar, acercándose y negando con la cabeza.

— No —gimió el otro cansado y derrotado— Deja tu obstinación... y escúchame —repuso desasiendo su apariencia fuerte a una de miedo, un miedo que fortaleció aún más la decisión de Kyungsoo— No es nada seguro que permanezcas aquí... —trato de convencerle— M-me... descontrolare en cualquier momento...

— Si ese fuera el caso... —exclamó Kyungsoo, mientras se sentaba a un lado del otro— Yo sé que no quieres hacerme daño —afirmó con convicción, y por primera vez atreviéndose a tomar entre sus dedos varios mechones de cabello del otro para acariciarlos; los cuales se encontraban mojados por el sudor, y que ahora podía distinguir mejor, viendo más claramente aquellas hebras de pelo castañas entre sus dedos.

El chico recostado y con los labios temblorosos, soltó una risa seca— Lamentable ¿No? –preguntó mientras depositaba una de sus palmas sobre su propio pecho, por el leve escozor que estaba comenzando a sentir allí dentro.

— T-te quiero... —repuso el pelinegro, dedicándole una sonrisa deslumbrante como tantas, a pesar de las grandes ganas de llorar que le embargaban— Sé que es algo muy extraño decirlo aquí y ahora pero es así, estoy seguro de ello.

"Puede que esa sea la razón por la que no puedo matarte" Fue lo que el pelicastaño pensaba decir, prefiriendo morir el a ser el autor de la muerte de la única persona que había llegado a importarle. Pero una opresión en el pecho fue lo que le obligo a encogerse en sí mismo del dolor, y a apretar fuertemente los dientes.

Entonces un grito retumbo en cada ambiente que constituía aquel viejo castillo, uno desgarrador y agonizante; que de solo escucharse podía transmitir el sufrimiento por el que una vez más, el príncipe Kim Jongin pasaba.    










AnateMA [Kaisoo]Where stories live. Discover now