Capítulo 9.

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Como el mayor gilipollas.


Varios administradores del programa nos dirigieron hacia la sala que nos habían reservado. Algunas personas de las que esperaban nos habían reconocido al entrar, pero la valla de seguridad que habían colocado para que pasáramos no los había dejado acercarse a nosotros. Todo este despliegue por una simple salida era surrealista. Parecía que se había filtrado donde íbamos a terminar la noche y algunos seguidores del programa se habían pasado por allí. Todavía me resultaba difícil de creer que personas decidieran gastar parte de su tiempo esperándome en la entrada de una discoteca. Esperaba que después hubiera alguna manera de hablar con ellos. La experiencia de la firma de discos había sido maravillosa.

Llegamos finalmente a una sala que se encontraba en un lugar bastante apartado de la sala principal.  Atravesamos una cortina granate y nos encontramos con una enorme estancia llena de luces y con la música a tope de volumen.

Había varios sofás y puffs en un lado de la sala, una barra en el otro y un gran numero de altavoces distribuidos por toda la estancia.

— ¿Esto todo es para nosotros? — preguntó Roi junto a mi oreja izquierda.

— Yo estoy flipando—respondió Ana leyéndonos a todos el pensamiento.

Después de unos minutos de silencio cohibido en los que todos nosotros parecíamos un poco cohibidos por el despliegue y la situación social que nos habíamos encontrado al salir de la academia, Roi y Alfred dieron un paso al frente.

— ¿Nos vamos a quedar aquí parados toda la noche? Hemos venido para divertirnos— dijo Alfred mientras tiraba del brazo de Amaia hacia el centro de la pista de baile.

— ¡Yo pincho! —gritó Roi en carrera hacia un chico de apenas veinte años con unos cascos enormes en las orejas y una gorra para atrás. Después de unos segundos de conversación en los que ambos parecieron entenderse bastante bien, la música fiestera más mítica que a cualquiera se le pudiera ocurrir estaba saliendo por los altavoces.

La música llamó al lado bailarín de todos, que poco a poco, de manera casi imperceptible fueron uniéndose a la fiesta en la pista de baile y dejándome sola junto a los sofás antes de que pudiera darme cuenta.

Yo todavía estaba un poco abrumada, como si en cualquier momento fuese a despertar y ninguno de ellos existiese de verdad. Me costaba asimilar una nueva familia con la que tenía este grado de confianza. Mi círculo de personas en las que dejaría toda mi vida había crecido de tres a diecinueve personas.

Se estaban comportando como locos y por alguna razón eso me producía una enorme felicidad. Eran ellos mismos. Sin cámaras, sin prensa. Tan suyos y tan auténticos que todas las palabras y gestos de ahora parecían sinceros y despreocupados del qué dirán.

— ¿Eres la reina que siempre reinará? ¿La jovencísima ganadora de Operación Triunfo? ¿Y la estrella del pop más joven del país? — El susurro a mi oreja y el aliento en la nuca provocó que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo. Me di una vuelta de 180 grados para enfrentar a Luis y este me besó la frente dejándome sorprendida. Negué con la cabeza recordando sus anteriores palabras y él rió a mi reacción— ¿No vas a bailar?

— No tengo demasiados ánimos —respondí encogiéndome de hombros.

Él frunció el ceño para después agarrarme de la cintura y pegarme a él para que le mirase directamente a los ojos. 

— ¿Pasa algo? —preguntó con tono realmente preocupado al tiempo que trataba de descifrar lo que ocurría en mi mirada.

— No, es solo que... Todo pasa muy rápido, supongo —pensé rápidamente una respuesta.

Tú no te Irás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora