Capítulo 23

7.8K 197 55
                                    


Perdón


—...¿Aitana?

Su voz a través del teléfono, rasposa y después de tanto tiempo me provocó un escalofrío. Carraspeé para aclararme la garganta antes de responder con la sucesión de palabras que llevaba practicando en mi cabeza los últimos minutos.

— Hola Vicente. Me gustaría hablar contigo. ¿Crees que podemos vernos? —Pregunté al otro lado de la línea.

Él trató unos segundos en contestar.

—Sí, claro que sí. ¿Cuándo?

— Cuanto antes. Hoy si puede ser.

— En una hora en Plaça de la Vila.

Colgué el teléfono y respiré hondo. Eché un vistazo al peluche que el me había regalado y me abracé a él con fuerza. Olía a él, a su casa. Me crucé de brazos y lo contemplé con otros ojos. Sí que le echaba de menos. Echaba de menos hablar con él hasta las tantas, su apoyo incondicional, las risas por el Carrer les Flors.

Me arreglé un poco frente al espejo y me distraje el resto del tiempo hablando con Marta y Amaia por whatsapp. Cuando se acercaba la hora, tomé mi abrigo. Aún hacia frío. Me lo puse y abandoné la casa.

Llegué allí en unos cinco minutos. Aunque llegaba un poco antes de la hora, Vicente ya me estaba esperando sentado en uno de los bancos de la plaza.

Me acerqué un poco cohibida por la situación y él tras subir la mirada desde su móvil hasta mí, se levanto rápidamente.

— Hola —dije tímida.

— Hola.

Vicente parecía serio. Triste quizás. Llevaba puesta aquella sudadera que le había comprado por su cumpleaños. No sé si lo había hecho a propósito, pero sí me había fijado en el detalle. Llevaba el pelo despeinado y ojeras de varios días. Estaba sin afeitar con una barba apenas perceptible, pero que le daba un aspecto descuidado.

— Vicente, yo quería hablar contigo de algo serio— Apreté mis labios incómoda.

— Aitana, no quiero que empieces a darle tantas vueltas a dejarme de una vez por todas —Su comentario me sorprendió—. Me he dado cuenta de que ya no soy lo que buscas.

Hablaba con la mirada clavada en sus propios pies. Le sentía vulnerable y desde el cariño hacia él que permanecía en mí noté el increíble deseo de protegerlo.

— No te voy a decir que no me dejes, pero me gustaría pedirte perdón.

— ¿Perdón? — Yo alcé una ceja.

— Lo siento por todas las veces que no te merecí. He tenido tiempo para darme cuenta de todos los fallos que he tenido contigo y que tú me has perdonado. Lo siento mucho.

—Vicente...

— Perdón por no haber ido aquel día en verano a estar contigo cuando te sentías mal. Perdón por dejarte tirada cuando Aída me dijo que estabas viendo a otro, debí creerte a ti. Perdón si no te he apoyado todo lo que debería. Perdón por haber sido un capullo. Perdón por dudar de ti, Aitana —Su voz temblaba.

Salió de dentro de mí el abrazarlo. Notaba como tenía un nudo en la garganta. Todo su cuerpo temblaba y su corazón iba a mil por hora. Empezó a respirar hondo para relajarse y sin todavía soltarle lo miré a los ojos. Estaba llorando, con la cabeza gacha. Avergonzado.

— Lo siento por lo de Serena —dejó caer una nueva lágrima.

La limpié y tomé su cara con ambas manos para que me mirara de frente por primera vez en la tarde.

Tú no te Irás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora