Capítulo 10

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Deberías irte a casa (Parte 1)


Ya no sentía el calor de su paso garganta abajo. Volví a dejar el vaso en la barra dejando un sonoro golpe de cristal y apoyé la cabeza sobre mis manos. Oí como el liquido volvía a llenar el vaso y sin moverme un milímetro rompí una especie de silencio entre toda la música que sonaba de forma constante.

— Gracias — Oí entonces como la camarera se retiraba a paso ligero.

Tomé el vaso y lo olí. Ya no recordaba ni que estaba bebiendo. Tras otro trago identifiqué la ginebra y me dí la vuelta para observar el lugar donde todos estaban bailando y pasándoselo bien.

Marta y Fer se habían marchado hacía unas horas. Vicente se había encargado de explicar el problema a todo el mundo y estoy segura de que les habría dicho que era yo quien no los quería aquí. Vicente solía hacer este tipo de cosas cuando estaba enfadado y eso ellos lo sabían. Su palabra no valía absolutamente nada. 

En una parte lenta vi como Alfred se hundía en el cuello de Amaia. Ojalá no tuvieran problema fuera. Ella se abalanzó sobre sus labios en un segundo con un beso intenso. Se la veía tan libre sin estar sometida a tanta vigilancia.

Noté como si mi cerebro se hinchara y un cosquilleo subiese hasta el pecho. Quizás había tomado demasiado. Si aún había empezado a subirme ahora... Quedaba mucha noche por delante y a este paso pasaría la mitad de ella tirada por el suelo. Quizás al menos simulara en mi propia cabeza que me lo estaba pasando de cine.

— ¿Estás bien? — Me giré hacia mi derecha para encontrarme con la mirada preocupada de Roi.

— Si, claro ¿Por qué lo dices? — respondí sonriendo.

— Bueno, he visto que Vicente se ha ido de repente y llevas aquí sentada cerca de una hora tú sola —Se explicó mientras ponía su brazo en mi hombro. Sonreí al ver que su explicación no me daba ninguna oportunidad a decir que no me pasaba — ¿Quieres que te salve?

Me hizo más gracia de lo normal. No se si porque el alcohol en sangre cada vez se notaba más o  porque necesitaba echar una risa de una vez.

— ¡Vamos a bailar, Sapoconcho! —grité emocionada. Tomé su mano para llevarlo hacia la pista de baile y en cuanto mis pies tocaron el suelo y abandoné el apoyo de la silla, todo empezó a torcerse. Puse de nuevo la mano sobre la silla para evitar la pérdida del equilibrio y después de unos segundos alcancé a ponerme de pie del todo.

— ¿Segura que es una buena idea? Estás más perjudicada de lo que creía —dijo riendo mientras me ayudaba a llegar hasta allí.

Tenía la sensación de ver más lento de lo que estaba realmente ocurriendo. Pestañeaba repetidamente intentando enfocar la cara de Roi correctamente. Todo se veía un poco borroso.

Sonaban ritmos latinos constantemente, "atún con pan" como diría Mónica Naranjo.
Agarré a Roi rodeándolo con los brazos y me movía de un lado a otro con ritmo ebrio. Me estaba mareando un poco.

Un par de canciones después me atrevería a decir que la borrachera se encontraba en su clímax y yo cerca del etílico llevaba unos minutos sentada en un sofá viendo cómo mi alrededor no era reconocible apenas.

No sabía cuanto tiempo llevaba allí cuando la tristeza me invadió de nuevo. Sentía que de un momento a otro empezaría llorar.

Sentí una presión en el cojín del sofá y levanté la cabeza de entre mis rodillas.

— ¿Me voy un par de horas y ya estás borracha y tirada en un sofá?

Me oía reír de forma narcótica constantemente. Luis puso su mano izquierda en mi barbilla para que le mirase a los ojos. Su expresión se tornó sorprendida por mi estado.

— ¿Cuánto hace que has parado de beber como una loca? — preguntó riendo contagiado por esta situación surrealista.

— Ni idea —respondí dejando caer de nuevo la cabeza. Volví a notar como la risa desaparecía dejándome de nuevo en la desolación. No sabia si en realidad me sentía mejor que cuando había empezado a beber.

— Oye... Roi me ha contado lo de la pelea con Vicente. ¿Te encuentras bien? — Se preocupó mientras se levantaba y me ayudaba a incorporarme.

— Si.

— ¿Ah si? Cualquiera lo diría.

— Dije que sí, Luis — Sin una advertencia por parte de mi propio cuerpo, justo al terminar la frase un montón de lágrimas se crearon en mis ojos para bajar por mis mejillas.

Luis besó mi frente y me abrazó por la cadera poniendo la cabeza sobre su hombro. Los lloros iban cesando como cada vez que me abrazaba. Sus brazos se habían convertido en la base amiga de mi guerra de un sólo bando.

— Creo que deberías irte a casa, ¿no crees? —dijo cogiendo mi rostro entre sus manos y mirándome fijamente.

La mente se me quedó en blanco. Seguía sin ver demasiado bien. Conseguí centrarme en la mirada de Luis, descendí por su nariz definida, me topé con aquella barba que lo hacia parecer tan serio y finalmente me detuve en sus labios. 

Me incliné lentamente hacia él y Luis dio un paso atrás inconscientemente. No se había dado cuenta de lo que casi acaba de hacer y creo que yo tampoco. Qué cojones. No podía volver a beber así. Casi la cago de verdad.

Luis me llevó hasta una zona del exterior y llamó a un taxi con su teléfono.

Tú no te Irás.Where stories live. Discover now