35. Entonces, ¿por qué estoy llorando?

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- No voy a ser yo quien te diga qué hacer o qué sientes.

Flashback
Narra Ana

Pedí una última copa. Para haber tanta gente en el local, la barra estaba prácticamente libre. Las sillas que había a ambos lados de la mía estaban vacías y solo había un par de personas riendo y bebiendo unos metros más a la derecha. Me sirvieron la copa y di las gracias al camarero.

Llevaba las últimas horas, entre trago y trago, dándole vueltas a lo que Ricky había dicho en la cena. "¿Y como lleváis lo de Warmi?". Mimi pareció atragantarse con el pedazo de pan que se estaba comiendo y a mí no me pasó lo mismo por el mínimo hecho de no tener nada a mano que comer.

Miento si digo que nunca había mirado nada sobre el tema, pero nunca lo había comentado. Habría tenido su gracia hablarlo con Mimi de no ser por aquella extraña despedida la noche en que se marchó, aquel roce de labios en el autobús. No sé si inconsciente o con un mínimo de intención, el caso es que nunca se volvió a hablar de el tema, ni en el propio momento ni después. No hubo una risa, una mirada divertida ni incómoda. Permanecimos en silencio esperando una reacción en la otra que nunca llegó.

Evidentemente, un millón de dudas me asaltaron esa noche. Apenas pude dormir un par de horas. Tenía dudas, sí. No era la primera vez que sentía atracción por una chica, pero no sentía nada por nadie desde que estaba con Jadel. Podría ser que al no tenerlo cerca estuviera confundida. De todas formas, no iba a dejar una relación estable por una posible atracción física y un roce de labios. Era totalmente controlable, pensaba que en cuanto volviera a pasar tiempo con Jadel todo pararía, pero eso no pasaba. Los conciertos y las entrevistas apenas nos dejaban tiempo y, además no atravesábamos un buen momento. No llevábamos bien la distancia y a menudo ocupábamos nuestros momentos juntos discutiendo por cosas de lo más estúpidas.

Sin embargo, me preocupaba estar dándole tantas vueltas. Mimi no había vuelto a nombrar el tema y yo en cambio sentía un deseo cada vez más grande de que me contara su versión de aquel beso. Qué sintió, si lo hizo a propósito o si el recuerdo dio vueltas a sus anchas por su mente como lo hizo en la mía.

Dejé el vaso vacío sobre la mesa y miré de un lado a otro. Genial, estaba sola. Debería haberlo supuesto después de pasarme los últimos quince minutos perdida en mis pensamientos mientras jugaba con los hielos que flotaban sobre el combinado de vodka.

Había perdido a Ricky y debía volver con él al hotel. Intentaba buscarlo, con la vista cansada entre los cientos de personas que se pegaban unos contra otros con sonrisas etílicas. Como la mía, supongo. La música estaba muy alta y la cabeza me daba vueltas.

Avanzaba con dificultad entre los hombros y los golpes que me daban. Odio las discotecas abarrotadas. Ricky no aparecía ni aunque lo invocase.

Noté entonces una mano que agarraba mi brazo y me volteé.
Mimi se movía de un lado a otro, o eso me parecía a mí. Arriba, abajo... Mimi me estaba mareando. Pusieron una nueva canción, era muy movida y todo el mundo empezó a gritar cuando empezó a sonar. Yo no la conocía, pero parece que Mimi sí.

Insistía en tirar de mí hacia un lugar con espacio, donde poder moverse, pero frente a ella, que parecía soportar el alcohol mil veces mejor que yo, ahora mismo era un palo de escoba que se meneaba de derecha a izquierda.

Notando este hecho y cambiando de estrategia, Mimi tomó mis manos y las puso en sus caderas. Empezó a bailar sola, sola conmigo.

La gente se apartaba para poder verla y yo me quedaba quieta observándola, disfrutándola. Entre aplausos, Mimi se soltaba más. Movimientos precisos y a ritmo. Mimi era increíble.

Tú no te Irás.Where stories live. Discover now