Capítulo 19

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¿Y qué siente?


—Y entonces al tropezarse tiró el jarrón de la madre superiora. ¡Estaba justo detrás! —Sentenció la historia con dificultad por la risa que le invadía. Yo estallé en carcajadas mientras daba un sorbo al refresco que me habían servido y noté como el líquido subía hacia mi nariz. Me la apreté con la mano y los ojos se me pusieron llorosos.

Cuando ya no notaba el refresco queriendo salir, dejé de apretar mi nariz y empecé a estornudar repetidamente. Luis, no podía reír más alto. Si seguíamos molestando así acabarían por echarnos del restaurante.

—No me lo puedo creer — dijo Luis sacándose una lágrima de risa.

Abandonamos el restaurante después de dejar bastante propina. De seguro, habíamos molestado a todos los demás clientes. En el camino de vuelta, unos chicos nos reconocieron y terminamos estando un par de horas con ellos. Tenían una guitarra y Luis no pudo resistirse a cantar una canción con ellos, y luego otra, y otra más... Yo terminé uniéndome también.

Cuando llegamos al hotel ya estaba anocheciendo. Luis me acompañó hasta mi cuarto a coger unas cosas. Luego iríamos al suyo para estar un rato con Roi también.

—¿Ana?— A pesar de la hora que era, las luces estaban apagadas y no parecía haber nadie.

En la habitación de Cepeda sucedía lo mismo. Bagamos por los pasillos durante varios minutos hasta que oímos la risa de Ricky saliendo de la habitación de Nerea. Nos acercamos a la puerta y empezamos a oír las voces de todos. Cepeda dio tres golpes a la madera y Raoul nos abrió unos segundos después.

Al vernos se giró hacia el interior.

— Chicos, adivinad quienes llegaron.

Entramos a la habitación, estaba abarrotada. Todos se encontraban allí, sobre las camas, desperdigados por el suelo, Roi y Agoney sentados sobre la cómoda y en el medio de la habitación, con todos formando un corro a su alrededor, varias botellas alcohólicas.

—Esto de no invitarnos está muy feo —escupió Luis ingresando a la habitación.

— Estamos jugando al Yo nunca —dijo Mimi emocionada desde la cama derecha.

Cepeda se sentó a su lado de un salto. Parecía que le gustaba la idea.

Me disponía a sentarme en algún lugar que pudiera encontrar también cuando Amaia me agarró por los dos brazos y me sacó de la habitación a la fuerza. Ahora ya nada me podía salvar.

Cuando estábamos lo suficientemente lejos para que nadie pudiera oírnos, habló.

—¿Cuándo?

—Amaia, te he dicho que no voy a decirle nada—Ante mi respuesta ella rodó los ojos.

— ¿Pero es que estás ciega? ¿No ves como es contigo?

—Tiene así novia. Ya ha dicho mil veces que soy como su hermana pequeña.

—Aitana. - yo puse los ojos en blanco —Mira... - parecía dudosa— A la mierda mi código ético. Si yo no digo nada, aquí nadie se cosca— Ante mi completa expresión de desconcierto, Amaia procedió a explicarme —. Mientras estabas de viaje, Alfred y Cepeda empezaron a pasar bastante tiempo juntos, entre los dos se pasaban tardes enteras componiendo —Yo asentí—. El caso es que Alfred me comentó algo que él le había dicho en confianza. Le prometí no decírselo a nadie y espero que tú no lo hagas.

Volví a asentir nerviosa. Por cÓmo se iba por las ramas parecía ser algo gordo.

— Aitana, Cepeda estuvo semanas componiendo sobre lo que sentía por ti. Canciones increíbles. Unas palabras y unas melodías que ni siquiera puedes llegar a imaginar.

Sentí un cosquilleo por todo el cuerpo y a la vez un miedo terrible. Todo se volvía demasiado real.

— ¿Y qué siente? — pregunté con brillo en la mirada.

— Pregúntaselo—Acto seguido Amaia volvió a la habitación dejándome totalmente enterrada en mis dudas.

Me preocupaba haberme sentido tan alegre después de aquella confesión por parte de Amaia y, al mismo tiempo, tenía miedo de que hubiera exagerado o lo hubiera mal interpretado. De repente, mi móvil comenzó a vibrar en el bolsillo.

—¿Vicente? — pregunté sorprendida al ver de su foto de contacto. Salíamos besándonos. Aún no la habla cambiado.

—Hola, Aitana, ¿podemos hablar? —Parecía angustiado.

— Si, claro. ¿Que pasa? —Su pregunta me puso un poco nerviosa. No hablábamos desde una vaga explicación de lo ocurrido aquella noche. Había sido por teléfono desde Edimburgo y de eso hacia al menos 2 semanas.

— Nosotros... - dudaba entre las palabras a escoger — ¿Seguimos juntos?

La pregunta me cogió totalmente desprevenida. Realmente no lo sabía. Había sido una pelea fuerte, pero en ningún momento habíamos hablado de ruptura.

—No lo sé.

Vicente estaba mudo desde la otra línea.

—Aitana, te echo de menos.

Como acto reflejo colgué el teléfono. Me sentía una persona horrible, pero no me notaba lista para dejar a Vicente. Si, dejarle.

Eso es lo que al menos había sacado en claro de todo esto. Yo no quería estar más con Vicente.

— ¿Vienes o qué? —Me dijo Amaia. Yo corrí hasta el interior de la habitación y cerré la puerta.

Después de un par de preguntas de calentamiento, el juego empezó a ponerse interesante.

— Recordad, la verdad y nada más que la verdad. Aquí todos somos familia y nada sale de aquí— Todos asintieron al discurso de Roi— Vamos a poner la cosa interesante — dijo con una sonrisa interesante—.  ¿Quienes han mantenido relaciones sexuales dentro de la academia? — preguntó con una sonrisa maliciosa.

Hubo unos segundos de miradas inquisitivas hasta que Alfred tomó la botella , bebió y se la tendió a Amaia.

— No iba a ser yo solo.

— Ay, que vergüenza. En serio. No manchamos nada, lo prometo —Se sonrojó Amaia antes de echar un trago a la ginebra.

Con sorpresa para la mayoría de los que estaban en la habitación, Agoney pidió también la botella y después se la tendió a Raoul.

— Uhhhh. Se pone interesante —dijo Roi frotándose las palmas de las manos.

— Me toca, me toca —Todos miramos a Amaia —Bien. ¿Cuántos de aquí hemos sentido algo por algún concursante dentro de la academia?

Dediqué una mirada asesina a Amaia. Quizás matarla no, pero ojala poder hacer que se convulsionara durante unos segundos mediante telequinesis. Ella me miró directamente sin ningún tipo de disimulo esperando a que yo pidiese la botella después de que ella y Alfred dieran los primeros sorbos.

Sin embargo, Mimi extendió la mano y fue la siguiente en probar el alcohol. Traté de intuir por quién podría ser. 

Mi sorpresa se multiplicó por mil cuando, con cierta actitud cohibida, Cepeda tomó la botella y dio un gran trago.

Nadie comentó nada.

Cogí la botella de sus manos y el me miró directamente a los ojos. Y yo bebí.

Tú no te Irás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora