Capítulo 33: Zed.

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En multimedia: Thoughts - Michael Schulte.

Capítulo dedicado a battlilaor <3

—¡Maldita sea! —bufo tan molesto, tan frustrado. La he dañado, joder, he dañado a Clarisa y duele; duele como el maldito y puto infierno.

Me quiero arrancar las manos. La empujé, ¡joder! La he empujado y he sentido como si me arrancaran el puto corazón. Verla tirada en el suelo, temblando, asustada, seguramente pensando que continuaría, que la golpearía me ha roto. Y su mirada, llena de miedo, de desconfianza. ¿Por qué cojones duele tanto? Solo la estoy protegiendo, pero duele; duele un carajo.

Al principio pensé que bastaría la distancia, mi frialdad. Clarisa no es fácil de engañar, creí que si agregaba lo de Leila sería suficiente para que saliera corriendo y aun así no se iría porque sabe que la amo, que la necesito, que la adoro, que incluso la idolatro. Fue lo único que se me ocurrió en el momento y ahora estoy tan arrepentido, tan dolido, tan jodido. Quiero salir tras ella, no quiero perderla, no la quiero lejos. No puedo sin ella, yo no puedo.

Golpeo sin parar la encimera de la cocina hasta que quiebro los pequeños azulejos que la rodean y los trozos se entierran en mis nudillos. Me quebraría cada dedo si pudiera, me quemaría las manos con gusto por lo que hice. Y sus palabras, esas que dijo antes de marcharse... ¿cómo voy a resolver esto? ¿Cómo voy a buscarla cuando todo termine después de dañarla de esa forma?

Me siento en el piso y me quedo ahí por horas tratando de controlarme, de no salir corriendo a decirle que he fingido todo. ¿Por qué la vida es una puta desgraciada? No fue suficiente con que ambos creciéramos en hogares disfuncionales, sin cariño, sin idea de lo que es una familia de verdad, no, al parecer no. Ahora tenemos que pasar por esto. Me río frustrado y en cuanto mis ojos se llenan de lágrimas me pongo de pie y tomo los anillos que ha dejado en la encimera.

Camino hasta el cuarto y los guardo en la pequeña cajita que hay en el mueble del espejo donde todas las mañanas se sienta a arreglar su cabello y maquillar un poco su rostro. Veo la cama vacía y no puedo más. Me largo. No puedo estar aquí. En algo no le mentí, he bebido todos estos días, también me he drogado, estoy perdido.

Al inicio conduzco sin rumbo alguno. Por un momento pienso en ir a las bodegas y volverme a perder en alcohol como anoche. Jessica había intentado aprovecharse como hace un año al verme tan ebrio, esta vez no caí. No le sería infiel a mi esposa, la amo, maldita sea, la amo, aunque en este momento piense lo contrario.

Sorprendiéndome a mí mismo termino en casa de mi padre. Margaret sigue sin aparecer y aunque dudo mucho antes de entrar a su casa, mis pies se mueven solos. Es increíble que esté buscando consuelo en mi viejo. Él no está de acuerdo en el trato que hice con la policía, pero, después de sus intentos por ayudarme, tampoco es tan poderoso como para comprar a la justicia.

Aún conservo mis llaves, mamá me las dio cuando tenía dieciséis, dijo que como ya era todo un hombre merecía tener las llaves de casa. Entro en silencio y encuentro a papá justo en la sala, frente a la chimenea, con su bata de dormir y un puro en su mano.

—Hola papá —lo saludo.

—Zed... —se pone de pie y apaga el puro—. ¿Estás bien? —me pregunta al mirar mis manos lastimadas y seguramente el rostro que traigo.

—Sé que hace muchos años que no hablamos realmente. Y ahora estás ayudándome en lo que puedes, siendo un padre de verdad y quisiera que volviéramos a ser quienes éramos cuando mamá y tú estaban bien. ¿Te acuerdas? Cuando volvías a casa temprano y jugabas conmigo y según tú me estabas enseñando cómo conquistar a la niña de la escuela que me gustaba. Me dijiste que tenía que ser un caballero... y hoy me he portado como un animal, una bestia, papá. Necesito apoyo —hablo tan bajo que me parece mentira lo afectado que estoy. Jamás me había sentido de esa forma, jamás.

RETANDO AL OLVIDO (+18) Where stories live. Discover now