Capítulo 2

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Tal vez mintió un poco, pero lo cierto era que no quería preocupar a su madre diciéndole que seguía sufriendo dolores de cabeza. Lo último que Melody deseaba era volver al hospital, y conociendo a su madre como lo hacía, la mujer enseguida exageraría una simple jaqueca y terminaría internándola por temor a un tumor cerebral. Y ella, ciertamente, no quería tener que volver a pasar por todo el discurso de madre responsable contra adolescente descontrolada. Además, era lo suficientemente grande como para saber automedicarse con las píldoras que le había recetado el doctor.

Empacó sus cosas el día antes de volver a la escuela y abandonó su casa como si no hubiera pasado todo el verano ahí. Se resignó totalmente a un último año, siendo consciente de lo que aquello implicaba. Un último año para soportar los horrores de la secundaria, donde los profesores la presionarían respecto a su futura carrera y la presión de lograr luego el ingreso a una universidad la estresaría al límite. Melody odiaba todo aquello, y sinceramente no sabía cómo haría para atravesar ese último año en esa etapa de su vida. ¿Pero acaso algún adolescente realmente lo sabía a esa edad? Era difícil, con solo diecisiete años, decidir el futuro de su vida. No era como si a esa edad pudiera saber exactamente qué trabajo le gustaría, o como si le gustara trabajar. ¡Ni siquiera le gustaba estudiar!

La academia Elysium tenía su reconocimiento. Elysium era demasiado pequeño para ser considerado exactamente una ciudad pero también demasiado grande para ser llamado pueblo, y tan solo contaba con un solo lugar educativo lo suficientemente grande para abarcar a todos los niños y adolescentes desde la escuela media. Una prisión disfrazada de institución educativa en donde todos los jóvenes terminaban tarde o temprano para tener que cumplir con su condena social y someterse al estudio y los adultos que pretendían educarlos. O más bien enderezarlos, a los adultos siempre les encantaba decir aquello. Como si ellos supieran la tortura que era el sistema educativo.

Melody se encogió de hombros y se ajustó mejor sus auriculares, permitiendo que la música la aislara del resto. Cargaba su bolso sobre la espalda, resignándose a un nuevo comienzo mientras cruzaba el arco de la entrada principal de la academia Elysium. Realmente, aquello tenía toda la pinta de una prisión para ella. No tenía nada contra la arquitectura renacentista del campus, aunque bien podrían darle alguna que otra capa de pintura a la blanquecina piedra. El campus estaba bien, con un edificio principal en el centro donde se impartían todas las clases además de contener el departamento administrativo y una pista de deporte detrás. Dos pequeños edificios menos redecorados se alzaban a cada lado, opuestos, los dormitorios de los chicos y las chicas.

Los estudiantes estaban llegando, compartiendo la habitual alegría del reencuentro y la ilusión de un nuevo año. Era cierto que la academia tenía algo para todos sus estudiantes, por más que se quejaran de la escuela y los deberes era su hogar. Allí habían crecido, estaban sus amigos, habían vivido los mejores años de su vida. Melody no podía negar que tenía buenos recuerdos de sus años en ese lugar. Adoraba la libertad de la academia al estar completamente por su cuenta a pesar de las reglas que respetar, tan solo no le gustaba el estudio y lo relacionado. Era una simple chica más, una estudiante entre todos los demás, nada destacable, solo una sombra más que cruzaba aquellos muros.

Fue directo al dormitorio de las chicas donde consiguió su número de habitación. Tuvo que cargar su bolso a cuestas todo el camino hasta el último piso, rogando internamente porque no le hubiera tocado a ninguna chica malvada o loca como compañera de cuarto. No tenía nada contra el hecho de compartir habitación, ya estaba acostumbrada a aquello, siempre y cuando su compañera no se metiera con sus cosas. Imaginó los peores de los escenarios, existían chicas con las que sinceramente ella prefería no estar condenada a convivir un año con.  Gabrielle o cualquiera de su banda, por ejemplo. O aquellas clásicas rubias populares que hacían de la vida de cualquiera un infierno. Ella no quería meterse con las chicas malas, ni tampoco con las populares. Y sin embargo, ni en sus más descabelladas ideas, estuvo cerca de lo que le esperaba.

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