Capítulo 23

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Gabrielle contuvo una maldición mientras subía las escaleras en silencio. No confiaba en Melody, había algo en esa joven que simplemente no estaba bien pero los chicos se negaban a verlo. Era como si un sexto sentido femenino le advirtiera que había algo sobre ella que no habían notado, que estaban pasando por alto, pero Chris era capaz de seguir a cualquiera que dijera la palabra escape y Gabrielle no sabía qué bicho le había picado a su hermano para unirse a aquella locura. ¡Había robado bancos! ¿Desde cuándo confiaban en una criminal? ¿Como sabían que ella no los estaba utilizando o los dejaría atrás una vez que dejaran de serle útiles?

Y ahora ella estaba a solas con Chris, y solo Dios sabía el acto que estaría llevando a cabo para asegurarse de aún tenerlo comiendo de su mano. ¿Cómo demonios él podía ser tan ciego? Gabe admiraba lo inteligente que había sido como para poder armar aquella pequeña resistencia en la academia, lograr abrirle los ojos a quienes querían y convencerlos, y Chris siempre había actuado de un modo protector entorno a ellos para evitar que los adultos los cogieran y manipularan sus memorias de nuevo. Pero Gabe también había visto cómo él se ponía cada vez que perdía a uno, o cada vez que un intento de escape fracasaba. Ella no dejaría que Melody le hiciera aquello. No, porque él no se lo merecía, no tenía la culpa de ser tan ingenuamente soñador y conservar la esperanza de escapar de allí, de volver a intentarlo con la misma energía cada vez que la ocasión se presentaba.

Llegó al tercer piso y cruzó el corredor sin perder el tiempo. Coger los archivos, Melody le había dado la tarea más fácil y menos peligrosa. ¿Acaso creía que ella era una chica tonta que no podía hacer algo más importante? La única razón por la que Gabe había aceptado sin protestar era porque entonces tendría la oportunidad de echarle un buen vistazo a solas al archivo de Melody y ver qué era lo que ella ocultaba, y entonces podría ir con los demás y mostrarles cuan equivocados estaban y que ella siempre había tenido razón. ¿Ella era la única que se cuestionaba sobre sus repentinos cambios de ánimo? ¿O su obsesión con dibujar siempre al mismo joven? Maldita sea, Gabe la había visto en acción, Melody la había inmovilizado en un segundo y luego había huido, y aquello ya era suficiente sin contar el episodio de la azotea. La chica realmente era rara y peligrosa, y si lo que decían era cierto entonces era una marioneta de aquel que estaba metido en su cabeza. Y aún así, a veces, Gabe había creído reconocer las lágrimas de Melody como las suyas, aquellas lágrimas que solo podían ser por alguien que no estaba al alcance.

Alejó aquellos pensamientos con furia, ella no se compadecería de Melody. Además, de seguro Chris debía estar secando sus lágrimas en aquel mismo momento. Por supuesto, como cualquier idiota él debía de tener debilidad por las rubias. Maldito imbécil, debería haberla escuchado cuando le advirtió de Melody en vez de defender a la otra chica. Gabrielle no creía que ella fuera realmente mala, al menos no tanto como la gente que les había hecho aquello, pero ocultaba algo y ella no confiaba para nada en las personas que ocultaban algo.

Sacó el mapa dibujado para comprobar su posición y entró en la habitación debida. Lo quisiera o no, debía reconocerle a la otra chica que tenía mano para el dibujo, y era hábil para los planes. Gabrielle cerró la puerta detrás de ella y sacó una linterna de su bolso mensajero. Uno a uno iluminó los diferentes archivadores, comprendiendo que sus contenidos estaban ordenados por apellido. Le tomó unos pocos minutos encontrar el archivo de Chris y guardarlo en su bolso. Luego buscó y cogió el archivo de ella y de su hermano. Le había prometido a Zachary que no lo leería, él había sido demasiado serio al pedirle por favor que no lo hiciera. Gabe sabía que debía enfocarse en la misión y salir de allí, y sabía que lo que podía leer podría desestabilizarla. Su hermano nunca había sido muy abierto respecto a lo que sabía, pero siempre había estado allí para cuidarla y asegurarse que nadie le pusiera una mano encima. Leería el archivo algún día, cuando estuviera con él y lejos de allí, cuando juntara el valor suficiente para hacerlo. ¿Cuánto tiempo llevaban atrapados? ¿Qué había sucedido con su verdadera familia? ¿Cuántas veces habían jugado con su memoria? Todas las respuestas estaban allí, y sin embargo Gabrielle sabía que había un tiempo para cada verdad ya que si esta no era descubierta en el momento debido las consecuencias podían ser terribles.

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