Capítulo 26

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Melody miró la pequeña aguja de los segundos llegar al doce en su reloj y sonrió. La música estalló en todas partes, la explosión de sonido rompiendo los cristales más cercanos a los parlantes y causando una perfecta distracción. Vagamente escuchó los gritos sobre la fuerte música pero el repentino golpe de sonido fue suficiente para alterar a los guardias. Por el rabillo del ojo vio a Zachary no perder el tiempo y coger a su hermana, antes que alguien pudiera hacer algo ellos dos ya habían desaparecido. Melody sonrió, los hermanos ya estaban a salvo, eso era un punto menos en su lista de cosas por hacer.

La mujer del traje blanco la miró con furia y Melody estuvo sobre ella antes que pudiera ladrar sus órdenes. Giró sobre sí misma y logró tumbarla de una fuerte patada en medio del pecho. No supo exactamente qué la empujo a saltar sobre ella y colocar un brazo sobre su cuello. Tal vez saber que aquella mujer no tenía límites, tal vez ser consciente de todo lo que les había hecho a inocentes, de cuántas vidas había sacrificado en su emprendimiento. Niños muertos en una mesa de examinación, jóvenes atrapados en cajas de cristal sin recordar sus verdaderas vidas, una buena persona cazada durante toda su vida solo para encontrar la muerte al final. Tal vez era todo lo que ella les había hecho, tal vez era que hubiera matado al joven de sus dibujos, tal vez era por lo que le había hecho a Melody. Pero en aquel momento, temió que sería capaz de matarla, y a pesar de la intensa furia que ardía en sus venas pudo ver sus propias lágrimas caer en el rostro de la mujer.

—Todo esto es tu culpa. Nada de esto hubiera sucedido de no ser por tu culpa. Tú nos empujaste a esa situación, porque no podías simplemente dejarlo en paz, no podías olvidarte de él. ¿Acaso no has tenido suficiente ya? ¿A cuántos de su familia has matado en esta persecución sin sentido por coleccionarlos como trofeos? ¡Por tu culpa está muerto! —dijo Melody y sintió su propia voz quebrarse.

—Yo no fui la que se salvó y lo dejó atrás, querida —dijo la mujer debajo de ella—. Muerte por ahogo. Qué triste final para alguien de su potencial. ¿No crees? Murió luchando por el instinto más básico, poder respirar. Debe sentirse horrible ser incapaz de aquello

—¡Él no merecía morir!

—Su sangre está en tus manos, no mías.

—Pagarás por esto.

—¿Qué harás? ¿Matarme? Adelante. Hazlo, niña tonta —dijo la mujer y sonrió de un modo helado—. Me iré a la tumba con la satisfacción que no recuerdas nada de tu vida, que perdiste lo que más amas y lloras por eso y ni siquiera sabes qué es. No tienes nada, y ni siquiera sabes qué es lo que perdiste. ¿Cómo se siente eso?

Melody luchó por contener las lágrimas mientras su alma sufría más que nunca. Y tal vez aquello era lo peor de todo, sabía cuanta verdad había en las palabras de la mujer. Jamás podría saber lo que había perdido, y de todos modos seguiría sufriendo aquella pérdida. Y ella no pudo resistirse. Golpeó a la mujer con toda la fuerza de la que fue capaz, un buen puñetazo que ni siquiera ella sabía que podía dar, y sintió su mandíbula crujir debajo de sus nudillos. La mujer le devolvió el golpe para quitársela de encima y Melody rodó en el suelo. Su mejilla ardía, su cuerpo comenzaba a quejarse por la paliza que había recibido minutos atrás, pero la energía zumbaba en sus venas como si finalmente se hubiera despertado luego de una larga siesta.

Su cuerpo había nacido para la acción, para el movimiento. Sus músculos se tensaban ante la expectativa de una vida que había tenido y no recordaba. Y su cuerpo estaba tan feliz que ella finalmente hubiera vuelto a la carrera, su poder zumbaba con anhelo por ser utilizado luego de tanto tiempo ignorado. Y en el medio del caos y la fuerte música, en medio del montón de guardias intentando retomar el control y la ira de la mujer de traje blanco, Melody juró en aquel momento que esa misma noche se iría de allí.

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