Capítulo 27

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Gabrielle se estremeció al ver que Melody extendía una mano solo para cerrarla en un espacio vacío a su lado. Ella soltó una pequeña protesta en sueños y balbuceó un nombre indistinguible. Gabe sintió su corazón encogerse al saber que nadie respondería nunca más, y que aún dormida ella seguía buscándolo. Porque los recuerdos estaban allí, escondidos en el fondo de su cabeza, solo que Melody no tenía acceso a estos. Había tenido pesadillas durante la noche, más de una vez sus lamentos habían despertado a Gabrielle. Melody se agitaba y lloraba y siempre gritaba que tenía que salvarlo, aferrándose con desesperación como si aquella vez pudiera lograrlo.

Desvió la mirada, no podía soportar verla en tal estado. Pero, en aquel frágil momento del sueño por la mañana, ella lucía tranquila como si los últimos meses de su vida nunca hubieran tenido lugar, como si esperara despertar y que todo fuera como siempre. Desde que había despertado que no le había quitado el ojo de encima, sintiendo la necesidad de proteger a esa chica como si temiera que se fuera a romper por si sola en cualquier segundo. Sentada en el viejo sillón en un rincón, teniendo las piernas arriba, ella no había dejado de vigilarla.

Podía escuchar a su hermano tomando una ducha, nunca antes había visto a Zach de tan buen humor a pesar de sus quejas matutinas del dolor por haber dormido en aquel mismo sillón. Chris estaba fuera como si temiera que aquella libertad fuera a escaparse de sus manos, Gabe no sabía si siquiera había regresado a la habitación y dormido durante la noche. Apenas había suficiente espacio para los cuatro allí, y ella no se había atrevido a explorar aquel lugar ajeno. Pertenecía a otros, y no podía violar aquella privacidad, no podía simplemente meter el dedo en la llaga. Su bolso mensajero con los archivos reposaba seguro a su lado, y ella había cogido la mochila de Melody y tomado el cuaderno de dibujos.

—Tengo entendido que a ella no le gusta que hagan eso —dijo Zach saliendo del baño y atrapándola espiando los dibujos.

Él lucía renovado luego de haber tomado aquella ducha, sus ojos tenían una esperanza que Gabe nunca antes había visto e incluso estaba sonriendo. Su hermano rara vez sonreía. Zach se secó el cabello con una toalla y la lanzó hacia atrás. Se aventuró en la habitación solo para recuperar sus zapatos y entonces se dirigió al armario. Lo abrió y examinó con curiosidad la poca ropa que había allí, un desorden de prendas dobladas y otras pocas colgadas, mezcladas de modo que él no supo si pertenecían todas a una misma persona o no.

—Alguien vive aquí, por más que parece que el lugar no ha sido utilizado en meses —dijo él.

—¡No toques nada! —dijo Gabe rápidamente y él la miró con curiosidad—. Por favor no lo hagas.

—Tomar un poco de ropa prestada no matará a nadie Gabe, no es como si tengamos algo ahora mismo.

—No debemos. No se siente correcto —dijo ella y le enseñó el cuaderno de dibujos—. Por favor Zach, debemos tener un poco de consideración.

Casi al instante su hermano palideció al ver lo que ella le mostraba. Allí estaba la misma habitación perfectamente dibujada, cada detalle presente y cuidadosamente trazado con el grafito, y el joven de los tatuajes estaba tranquilamente recostado sobre la cama, sonriente. Zach se alejó al instante del armario como si temiera haber hecho algo terrible al comprender a quién pertenecían esas prendas, o habían pertenecido. Él se acercó a Gabe y le arrebató el cuaderno de sus manos, cerrándolo en el acto.

—No deberías andar viendo esto.

—Él vivía aquí.

—Parece más como un lugar de paso que un lugar permanente —dijo Zach echando un vistazo alrededor—. No debía quedarse mucho en un mismo lugar, no si vivía corriendo para no ser atrapado. Pero si podía pasar una noche aquí entonces es lo suficientemente seguro para nosotros. Al menos eso explica algunas cosas.

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