Capítulo 2: Verdes.

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La gente en el aeropuerto da vueltas de un lado a otro, las cafeterías están llenas, igual que las tiendas de regalos y las sillas de los espacios de espera. Los próximos vuelos saldrán en una hora a menos que el tiempo empeore.

Bellota Utonium sigue bebiendo su refresco en silencio y el tipo de los tatuajes está sentado a su lado, fumando un cigarrillo y con la mirada puesta en el bolso de una señora que, por la ropa de marca que lleva, parece adinerada. La mujer se da cuenta de que es observada y se incorpora en su sitio, mirando al ojiverde con recelo. El chico baja la vista hacia el suelo.

— No quería ofenderte antes — murmura de repente la chica.

— No lo has hecho.

Vuelven a quedarse en silencio. En los altavoces, un guardia informa de que un niño se ha perdido y pide a los familiares que vayan a recogerlo. Luego la voz se extingue y deja paso a una canción de moda.

— ¿Y qué te trae por aquí? — quiere saber él.

— Vivo aquí.

— Ah...

Otro silencio.

— ¿Entonces qué te lleva a Townsville?

— Soy de Townsville — responde ella.

— Ah...

El tipo asiente y la mira de refilón, parece incómoda y por lo visto no está por la labor de hablar con él. Es más, parece que su presencia le molesta. Se levanta y la ojiverde le sigue con la mirada.

— ¿Adónde vas?

— ¿Te importa?

La joven se encoge de hombros y apura el refresco. Después tira la lata vacía a una papelera que se encuentra a unos tres metros y acierta. Él la mira con sorpresa.

— Qué puntería.

— ¿Adónde decías que ibas?

— Al bar. ¿Quieres tomar algo?

— Está bien, te acompaño.

El trayecto de vuelta hasta el bar de don Fernando transcurre en silencio. La gente va y viene, afuera aún llueve sin parar y se oyen truenos a lo lejos. Fernando saluda con la mano al ver a los morenos entrar de nuevo en su establecimiento.

— Os habéis hecho amigos, ¿eh? — pregunta con una sonrisa.

— Qué va, no hemos llegado a ese punto — contesta ella.

El chico espera a que Fernando se aleje en busca de la botella de ron para decirle algo a Bellota con una sonrisa de galán.

— Podemos llegar hasta donde tú quieras, nena.

— Si no quieres volar solo, vigila lo que dices — replica ella con el ceño fruncido.

— ¿Te gustan las mujeres entonces?

— No, pero no me interesa "llegar" — la chica hace el gesto de las comillas con los dedos — a nada con alguien que acabo de conocer.

— Vale, vale. Capto el mensaje. Hablando de conocerse, me llamo Butch.

— Te pega el nombre — el susodicho arquea la ceja ante ese comentario. — No lo digo como algo malo.

— Me imagino. ¿Y tú qué? ¿No te llamarás Esmeralda o algo así?

— Muy gracioso, pero mi nombre es Bellota.

— Aquí tenéis, ron con hielo —el hombre deja un par de copas en la barra frente a ellos.

¡Atrapados! (Ppg y Rrb)Where stories live. Discover now