Capítulo 20: Una carta de despedida.

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Mientras Bunny y Bombón cenaban en el restaurante, que a esa hora estaba abarrotado de gente, la señora Flurry hacía como que fregaba por enésima vez el pasillo que llevaba hasta allí y Blitz iba con ella "de ayudante".
El chico quería volver a hablar con Bunny aunque solo fuera para disculparse por lo de antes y decirle que ya había borrado la foto del beso, pero le daba vergüenza. Suerte que tenía a su "hada madrina" autodenominada Cupido.

— ¿Pero cómo no le pediste su número antes, alma de cántaro? Es que esperáis a que os lo dé todo hecho — murmuraba la mujer. — A este paso cuando os hagáis novios yo ya me habré jubilado.

— Señora, le repito que yo solo quiero decirle que... — replicó sonrojado, pero ella le interrumpió.

— No me vengas con esas, la vas a invitar a una cita y si no lo haces tú haré yo. Anda que no sabré yo cuándo dos personas tienen química...

El tiempo que pasaron en el pasillo a Blitz le pareció demasiado largo, más que nada por la incertidumbre de no saber cuándo iba a salir la chica, pues se ponía nervioso cada vez que se abría la puerta. Ni siquiera tenía claro qué le iba a decir exactamente. Esperaba que la señora Flurry le echara un cable llegado el momento, tal y como había dicho.

Se encontraban medio ocultos en una esquina y cuando Bunny por fin salió acompañada por su amiga, el chico respiró hondo tratando de calmar sus nervios. Sin embargo, en el último momento se echó atrás superado por su nerviosismo.

— Señora Flurry, creo que mejor voy a...

Antes de que acabase la frase, la mujer le empujó al pasillo y ella permaneció escondida en su sitio. No había marcha atrás. En el primer segundo Blitz se quedó sin habla delante de las dos amigas, pero mantuvo la compostura y tosió para aclararse la voz.

— Hola otra vez — dijo el pelicastaño con una sonrisa.

— H-hola — respondió Bunny y bajó la mirada un poco avergonzada.
Bombón trató de reprimir su sonrisa al ver cómo a su amiga se le subían los colores por la sola presencia del joven de ojos lilas.

— Siento aparecer así, pero esperaba que pudiésemos hablar un momento.

— Mejor os dejo, nos vemos arriba Bunny.

La pelirroja se alejó por el pasillo mientras Blitz y Bunny se miraban en silencio sin saber muy bien qué hacer y qué decir. La situación era bastante incómoda.

— ¿Todo... bien? — preguntó por fin ella.

— Sí, sí. Yo solo quería decir que ya he borrado la foto y también disculparme por lo de antes.

— No hay razón para ello, la única responsable fue esa señora. ¿No estará por aquí? — inquirió ella y miró a su alrededor con recelo.

La señora Flurry, que se encontraba oculta tras la esquina donde empezaba el pasillo, al oír la pregunta agarró su carrito de la limpieza y salió a escape en otra dirección antes de ser descubierta.

— Qué va, ahora no está — se apresuró en contestar Blitz, nervioso. — Entonces... ¿sin rencores? — quiso saber y le ofreció su mano amistosamente.

— Claro — contestó la pelicastaña con una pequeña sonrisa y estrechó su mano, pero sin fuerza.

— Q-qué bien... porque... — balbuceó el chico — pensé que podríamos... no sé, desayunar juntos mañana.

Por un instante, Bunny creyó que estaba soñando. ¿Había oído bien? ¿Desayunar con él? ¿Juntos? ¡¿Qué?!

— Para compensarte por lo de antes — aclaró rápidamente. — Invito yo.

Con que se trataba de eso; estaba claro que no podía ser una cita de verdad. De todas formas, ¿por qué no? Podría ser el inicio de una amistad. Una amistad con un hombre guapísimo.

— De acuerdo, acepto la invitación.

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Regresar a la habitación fue rápido. Unos cuantos pasillos, subir al ascensor, unos pasos más y allí estaba la puerta. Varios pisos más arriba estaría él, en una de las suites presidenciales, seguramente la del lado oeste puesto que era su favorita. Bombón le imaginó tumbado en la cama con la televisión encendida; Brick tenía esa costumbre, le gustaba tener la tele prendida aunque no la estuviera viendo.

Lo sucedido por la tarde no salía de su cabeza, recordaba casi cada instante todo el tiempo y sobre todo lo último, cuando al pelirrojo se le había caído la toalla. ¡Qué vergüenza había sentido al verle! Aunque debía admitir que lo que vio no la desagradó en absoluto.
¡No! Fuera pensamientos malos.

La ojirrosa entró en la habitación, dejó la tarjeta encima de la mesa y estaba a punto de quitarse los zapatos cuando algo sobre la cama llamó su atención. Frunció el ceño y se acercó para ver que se trataba de una rosa roja junto a un papel doblado que llevaba su nombre.

Se sentó al borde de la cama y, tras oler esa preciosa rosa fresca, cogió la hoja para ver el mensaje que contenía.

Utonium:

Supongo que la de hoy fue la última tarde que pasamos juntos. Aunque me hubiese gustado que fuera diferente, la verdad es que ese beso de despedida estuvo muy bien. Le agradezco que no me abofeteara por lo de después, a pesar de que me lo merecía.

Ha hecho un gran trabajo en la empresa durante estos años y también quiero darle las gracias por ello. Vaya donde vaya a trabajar ahora, estoy seguro de que no se arrepentirán de contratarla.

Por lo demás, puede estar tranquila porque no volveré a importunarla. Lo mejor es que cada uno siga su camino, como debe ser y como usted quería. De hecho yo ya tengo el coche esperándome abajo, así que cuando lea esto, seguramente ya estaré muy lejos.

Le deseo suerte de ahora en adelante y que encuentre pronto al hombre que busca. Espero que sea feliz.
Adiós.

Atentamente,

B. H.

¡Atrapados! (Ppg y Rrb)Where stories live. Discover now