Capítulo 3: Azules.

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Ya hay tres largas filas de vehículos y el taxi conducido por Boomer está en el medio; coches, camiones, autobuses y alguna que otra furgoneta esperan a que el tráfico vuelva a la normalidad, los únicos que se libran del atasco son los motoristas.
El granizo y la lluvia siguen azotando la ciudad de Townsville.

Burbuja hojea el cuaderno de dibujo de Boomer boquiabierta, el chico realmente tiene talento. Desde retratos de personas hasta paisajes, el rubio dibuja de todo con una precisión impresionante y un toque de sombreado precioso.

— Es usted un artista, ¿qué está haciendo aquí en lugar de estar pintando en alguna galería?

— Para eso hace falta dinero, señorita, y yo ando un poco escaso de fondos. Además nadie me tomaría en serio, no tengo los estudios necesarios, solo terminé el instituto.

— Debería encontrar la manera de volver a estudiar entonces, es una pena que todo ese talento quede desaprovechado.

— Me encantaría, pero ahora mismo no podría pagar una universidad.

— ¿Y su familia no podría ayudarle?

El chico baja la cabeza algo triste y coge el cuaderno de dibujo para volver a dejarlo en la parte de atrás. Burbuja se da cuenta de que tal vez no debió preguntar eso.

— Lo siento, creo que mi pregunta estuvo fuera de lugar.

— No se preocupe. Lo que pasa es que mi padre no estaba de acuerdo con que estudiara bellas artes... él quería que estudiara derecho o economía, algo que me sirviera para poder trabajar en su empresa. Yo me negué e insistí en lo mío, discutimos y me fui de casa.

— No debió ser fácil, siento haber tocado el tema...

— No pasa nada. Mi hermano mayor intentó convencerme para que volviera pero mi padre no estaba por la labor de hacer las paces, así que no quise.

— ¿Y cómo terminó conduciendo un taxi?

— Es una historia curiosa. Al principio encontré trabajo en un supermercado a las afueras, me tocaba el turno de noche. Una vez vino un coche bastante caro y se bajó una mujer embarazada y su chófer, con uniforme y todo. El tipo se encerró en el baño, al parecer le dolía mucho el estómago, ya sabe.. La mujer compró helado y se quedó hojeando revistas mientras le esperaba. Pero de repente empezó a gritar que había roto aguas, y yo ante semejante situación entré en pánico porque no había nadie más a esas horas. El chófer no podía salir del baño todavía y yo la ayudé a volver a su coche. Iba a llamar a una ambulancia pero la señora me agarró del cuello y me ordenó que subiera al coche y la llevara al hospital más cercano. Yo, aún presa del pánico, obedecí y conduje a toda prisa. Todo fue bien con ella y el bebé, pero cuando regresé mi jefe me echó una bronca por haber dejado mi puesto desatendido y me despidió.

Burbuja escuchaba y asentía.

— Y ese día por la mañana, justo cuando salía del supermercado tras mi despido, el mismo coche de antes se detuvo delante de mí y la ventanilla de atrás se bajó. Resultó que era el marido de la señora y me dio las gracias por haberla ayudado. Quiso pagarme por las molestias pero yo no acepté el dinero. Entonces me dijo que dirigía una empresa de transporte, que entre otras cosas, ofrecía servicio de taxis. Me dio su tarjeta para hacerme una entrevista de trabajo y al día siguiente ya tenía un nuevo empleo. A día de hoy aún le estoy muy agradecido, no soy millonario, pero gano lo suficiente para llegar a fin de mes y con eso me basta.

— Es bueno oír que todavía queda gente así en el mundo. Oiga Boomer, ¿y si le dejo yo algo de dinero para que al menos pueda ir a unas clases de dibujo? De verdad hacía mucho que no veía a alguien tan talentoso... y el dinero para mí no es un problema. Acéptelo como un regalo.

— Se lo agradezco pero no, solo acepto dinero que me he ganado con mi esfuerzo.

La chica frunce el ceño, de verdad quiere ayudarle pero no se le ocurre otra manera. Ve el cuaderno de dibujo en el reflejo del espejo retrovisor y se le enciende la bombilla.

— Le propongo un trato. Usted me hace un dibujo y yo se lo pago, así los dos saldremos ganando.

El rubio no parece muy convencido. Por una parte la idea es tentadora, pero por otra no quiere abusar de la generosidad de la joven Finalmente toma una decisión.

— Si quiere le hago un dibujo, pero no quiero que me lo pague. Bastante será ya con el precio del viaje cuando salgamos del atasco.

— Pero...

— Nada de peros. Le agradezco la amabilidad, pero no estaría bien, yo no soy así.

Los vehículos avanzan un par de metros y se vuelven a detener, se oyen gritos de conductores enfadados y sonidos de claxon por todas partes.

— Bueno, parece que aún tenemos un rato. ¿Qué quiere que dibuje? — pregunta con una sonrisa.

— Dibújeme a mí.

¡Atrapados! (Ppg y Rrb)Where stories live. Discover now