Capítulo 25: Cena familiar.

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Boomer entró en el despacho de su jefe con un nudo en el estómago y con las manos sudadas a causa de los nervios. El hombre, que tenía ya algunas canas y vestía un traje negro con una corbata roja, dejó los papeles que estaba hojeando cuando vio al rubio entrar.

— Buenos días, señor Harrison.

— Buenos días. Siéntate, por favor, no te quedes ahí como si estuvieras castigado — le animó con una pequeña sonrisa y Boomer obedeció al instante. — ¿Y bien?

— Verá, yo... ya sabe que nunca podré agradecerle todo lo que ha hecho por mí, me ayudó en un momento difícil dándome trabajo, y nunca se retrasa con la paga, y...

— Ve al grano, muchacho. ¿Qué ocurre? ¿Quieres un aumento de sueldo, o unas vacaciones?

— No, señor. En realidad yo...

— Quieres dejar el empleo. ¿Cierto? — Boomer tragó saliva. — Puedes decirlo, no voy a matarte por ello — añadió divertido. — Incluso creo saber el motivo.

— Ah, ¿sí? — preguntó el ojiazul a media voz.

— Claro. ¿Acaso piensas que no veo la televisión? Estabas muy elegante en ese anuncio.

— Gracias. Pero no crea que no me gusta el trabajo que tengo ahora, el taxi es mi segunda casa — literalmente, pensó para sus adentros. — El caso es que me están llegando muchas ofertas de trabajo desde que hice ese anuncio y la verdad es que me gustaría intentarlo. Y me gustaría estudiar también.

— Harás bien. En este mundo tenemos que aferrarnos a cualquier oportunidad que se nos presente, y cuanto más beneficiosa sea, mejor. Yo en tu lugar lo haría, así que no pierdas el tiempo. Y si algún día te cansas y quieres volver, aquí siempre habrá un taxi para ti.

— ¿Lo dice en serio? — el hombre asintió con una sonrisa amistosa. — Es usted una gran persona, señor Harrison. Siempre le estaré agradecido.

— No tienes que agradecerme nada, yo me debo a mis empleados, sois los que hacéis que todo esto funcione. Pásate esta tarde a recoger tu paga de este mes y los documentos, intentaré tenerlo todo preparado a las cinco.

— Así lo haré, muchísimas gracias.

— ¿Hay alguien más esperando para hablar conmigo?

— Sí, Adrien Gear, el del retrovisor roto.

— Ah, ese no falla. Viene mínimo dos veces al mes. Dile que pase — el rubio asintió y se dirigió a la puerta. — Una cosa más, Boomer — el chico se detuvo y miró al señor Harrison — mucha suerte en la vida.

— Gracias, señor.

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Bunny estaba muerta de vergüenza y enojadísima con sus amigas. Sus temores se habían hecho realidad cuando se habían cruzado con ella y Blitz un rato antes en el centro comercial; las chicas habían bombardeado a su novio con preguntas y la habían puesto a ella en una situación muy incómoda. Blitz se había reído y había sido amable, como siempre, pero estaba segura de que por dentro estaría deseando largarse de Townsville.

En esos momentos la película en el autocine ya hacía un cuarto de hora que había empezado, pero la pelicastaña no podía concentrarse en verla porque pensaba en lo sucedido. El vestido amarillo de Mandy con sus tacones de aguja y el peinado que se había hecho especialmente para la ocasión, la mini-cámara que había caído de la gorra de Helen, los chistes malos de Alice, y el momento en que Blitz le pidió un autógrafo a Burbuja porque la había visto en la tele... en resumen, un desastre.

¡Atrapados! (Ppg y Rrb)Where stories live. Discover now