Capítulo 8: En el avión.

6.8K 592 58
                                    

Butch observa con brillo en los ojos por la ventana cómo el avión se va elevando. Es la segunda vez que vuela pero ya tiene muy claro que es algo que le encanta; la sensación de estar allí arriba es genial. La señora del asiento de atrás, en cambio, está aterrorizada.

Otra cosa que al moreno le ha gustado es la agradable sorpresa que se llevó al enterarse de que su asiento estaba al lado del de Bellota. Y es que le ha caído muy bien esa chica.

— Bonitas vistas, ¿eh? — pregunta ella.

— Ya te digo, debería volar más a menudo, esto es genial. Por cierto, no te molesta que esté aquí, ¿no?

— Mientras no hagas comentarios que me incomoden y no te comportes como un idiota, eres bienvenido.

— Veré qué puedo hacer, pero no prometo nada.

Bellota saca un libro de su bolso y empieza a leer mientras Butch vuelve a quedarse embelesado mirando por la ventana del avión. La tierra ya ha quedado muy lejos y las nubes parecen enormes pedazos de algodón.
Sin embargo, al cabo de unos minutos empieza a aburrirse un poco y le entran ganas de charlar, aunque solo sea para distraerse.

— ¿Qué lees?

— Un libro.

— No me digas — replica él con sarcasmo. — ¿De qué va?

— De un hombre que busca venganza por el asesinato de su novia, pero se topa con una señorita enigmática que no le deja seguir con su plan.

— Ah, déjame adivinar cómo acaba — la interrumpe Butch. — Se enamoran locamente y son felices y comen perdices — concluye con burla. Bellota entrecierra los ojos y finge que bosteza ante su comentario.

— ¿Algo más que añadir? — cuestiona, el moreno se encoge de hombros. — No he llegado al final todavía, pero no creo que termine como dices porque antes de comprarlo eché un vistazo a las últimas páginas y uno de los dos mata al otro, así que...

— ¿Quién? ¡Ella a él! ¿A que sí?

— ¿Por qué no lo lees y lo descubres tú mismo?

— Ah no, yo paso. Leer es aburrido, prefiero la tele.

— Como quieras.

La morena vuelve a centrarse en el libro y Butch se incorpora en el asiento. Pasan unos segundos y resopla.

— Me aburro.

— ¿Y yo qué quieres que haga?

— No sé, vamos a hablar de algo. ¿Qué vas a hacer cuando llegues a Townsville?

— Pues me iré a casa a dejar mi maleta y luego me reuniré con unas amigas para celebrar el cumpleaños de una de mis hermanas — explica. — Aunque para cuando llegue seguramente ya estarán todas como una cuba. El alcohol no perdona.

— Dímelo a mí...

— ¿Y tú qué vas a hacer?

— Por lo pronto voy a ver a mi hermano mayor, que creo que ya te mencioné que es el único que me espera. Y luego iré a buscar a algunos viejos amigos... tengo asuntos pendientes con unos cuantos — dice con un tono sombrío.

— ¿No irás a meterte en líos?

— Yo qué sé, depende de cómo se pongan las cosas.

— Me asombras. Dijiste que acabas de salir de la cárcel, ¿no ves que pueden volver a encerrarte si haces algo malo?

Butch suelta una risa nasal, la ingenuidad de la ojiverde le ha provocado cierta ternura. Su lista de antecedentes penales es larga y la palabra "malo" se queda corta para definir muchas de las cosas que ha hecho. Lo que le había referido antes era solo una pequeña parte.

Un enfrentamiento con algunos viejos conocidos no sería lo peor, ni mucho menos.

— No te preocupes, nena. Todo está bajo control.

— Ya se nota, ya — contesta sarcástica. — Pero mejor no te arriesgues y no hagas tonterías.

— ¿Vendrás a verme si me vuelven a encarcelar? Porque no creo que tenga más visitas.

— ¿Pero qué pasa contigo? ¿Es eso lo que quieres? ¿Estar entre rejas? — lo regaña Bellota. Al instante se da cuenta de que los otros pasajeros podrían oírlos y baja la voz. — No puedo creer que hables de un asunto como este como si fuera un juego.

— Claro que no, pero es lo que hay. Solo intento tomármelo con algo de humor — Butch vuelve la vista hacia la ventana, más serio que antes a pesar de sus comentarios. — Sé que tarde o temprano volveré a meter la pata y me detendrán, es solo cuestión de tiempo.

— No hables así, puedes hacer las cosas bien si quieres. Antes dijiste que estabas arrepentido.

— Lo estoy, pero por no haber sido bueno cuando aún estaba a tiempo. A estas alturas qué más da ya... Tú no me conoces, siempre he sido un canalla.

Bellota se siente mal por él, imagina que el tipo debe estar batallando consigo mismo por dentro.
Detrás de su actitud aparentemente despreocupada se debe ocultar otra faceta, la de alguien que en el fondo no es malo, pero ha cometido demasiados errores y ya no sabe qué camino debe seguir. Al menos así lo ve ella.

— Puede que antes lo fueras. Pero ¿sabes qué veo yo?

— Sorpréndeme.

— Veo a un hombre con un buen corazón, pese a todo. Antes cuando ayudaste a Penny, vi cómo le hablabas, cómo jugabas con ella y la tranquilizabas. No sé cómo eras hace tiempo, pero creo que eres muy distinto ahora. De verdad.

— Es muy amable de tu parte que intentes hacerme sentir mejor, pero guárdate esas cursilerías para tus libros. A mí no me sirven, lo siento.

La ojiverde se indigna por el comentario y le tacha de desagradecido, no comprende su actitud ni por qué se cierra en banda de golpe. No puede evitar sentir cierta impotencia por no ser capaz de convencerle de que puede ser bueno, aunque no se lo crea.

— No quería ser grosero contigo, perdona.

— No es a mí a quien debes pedir perdón, sino a ti mismo.

— Qué profundo.

Bellota rueda los ojos y vuelve a abrir el libro para desviar su atención de él.
Butch ahora tiene una expresión difícil de descifrar, entre melancólico y enojado; tal vez decepcionado... consigo mismo. Por el rabillo del ojo le ve cruzar los brazos y acomodarse en el asiento.

Se queda pensando en sus palabras y reflexionando.
Quiere ayudarle de algún modo porque tiene la sensación de que él lo necesita, ¿pero vale la pena intentar ayudar a alguien que no quiere ser ayudado? Además, no sabe casi nada de él, ni qué más cosas ha hecho aparte de lo que le ha contado. Puede que realmente sea tan malo como él mismo asegura, y como muchas veces pasa, las apariencias la engañen.

Recuerda cómo en varias ocasiones, cuando era una adolescente, intentaba convencer a algunas de sus amigas de que no debían fumar. Era algo que se le había pegado de su hermana mayor.
Aunque podía resultar molesto, a veces sentía que tenía la responsabilidad de transmitir a la gente lo que ella consideraba correcto, porque estaba segura de que de esa forma les ayudaba.
Y le gustaba ayudar a los demás.

Siente un peso a su derecha y se da cuenta de que Butch se ha quedado dormido con la cabeza sobre su hombro. No le despierta, decide dejarle dormir y vuelve a concentrarse en el libro.

¡Atrapados! (Ppg y Rrb)Where stories live. Discover now