Capítulo 18: En la sauna.

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No llevaban ni cinco minutos allí encerrados pero a Bombón le parecía que llevaban medio siglo. La situación la exasperaba y sentía que le faltaba el aire, y no era para menos, pues estaban en una sauna. Un lugar que en principio debía relajar a la gente, a ella en esos momentos la agobiaba terriblemente.

– Qué mala suerte que no venga nadie... – murmuró la pelirroja. – ¡¿Por qué no viene nadie?!

– Es que es la hora de comer, la gente estará en el restaurante o en la cafetería.

Bombón no añadió nada más a ese comentario, pero se alteró al ver que Brick se desataba el albornoz que llevaba puesto.

– ¿Pero qué está haciendo? ¡Ni se le ocurra desnudarse!

– Utonium, no sé en qué planeta vive usted pero la gente cuando entra en una sauna se suele poner una toalla o bañador, no se queda con el albornoz puesto.

– Las circunstancias ahora son diferentes y le pido que se lo deje puesto.

– ¿No sería más fácil que usted se quitara el que lleva? Así estaríamos en las mismas condiciones.

– Mire, no se pase de listo – advirtió señalándole con el dedo. – Aquí nadie se va a quitar nada.

– Hable por usted, yo no pienso achicharrarme. Esto es como llevar un abrigo en pleno agosto.

La pelirroja frunció el ceño y le dio la espalda al ver que no cambiaría de parecer. Ya sabía que no iba a estar totalmente desnudo puesto que en un extremo del banco había pequeñas toallas, pero aun así no le parecía apropiado. Aunque por otra parte, la idea de verle en cueros era tentadora... ¡no! No debía pensar esas cosas.

Le miró de reojo, estaba de espaldas a ella y efectivamente había cumplido con lo dicho, el albornoz yacía tirado sobre el banco y el pelirrojo se estaba enrollando una toalla alrededor de la cintura. Bombón sintió todavía más calor. ¿Sería por la temperatura de la sauna o por Brick? Por la sauna, seguro. Fuera lo que fuera, a quién quería engañar... ella también quería quitárselo antes de morir de calor. Pero tenía que aguantar, seguro que pronto los sacarían de allí.

– En la oficina la echarán de menos, Utonium. La señora Reynolds lloraba a moco tendido ayer por la tarde.

– Yo también los echaré de menos, son personas maravillosas, pero es mejor así.

– ¿Mejor para quién?

– Para mí y para usted – respondió la mujer sin pensarlo.

– ¿Y por qué está tan segura de eso?

– Está claro, después de lo que pasó ya no podíamos seguir trabajando juntos. Yo no podía porque como ya le dije me sentía incómoda. Y usted tampoco se lo tomó bien ya que me trató fatal los últimos días.

– ¿Yo? – replicó sorprendido. – Pero si era usted la que no me dirigía la palabra.

– ¿Y quién tuvo la culpa de eso?

– La culpa la tuvimos los dos. Es verdad que yo empecé con esto pero al final... no pasó nada y la culpa de eso fue suya.

Bombón cruzó los brazos y le miró con indignación.

– ¿La culpa de qué? – exclamó. – ¿De no querer acostarme con usted sin compromisos? Hágame un favor y váyase a la mi...

– No le permito que me hable así – la interrumpió antes de que terminara el insulto. – Si hubiéramos llegado a más, la tensión sexual no resuelta entre nosotros no existiría y usted, Utonium, seguiría trabajando para mí.

¡Atrapados! (Ppg y Rrb)Where stories live. Discover now