Capítulo 10

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Hola, gente. Aprovecho que me ha bajado la fiebre y he terminado el capítulo 10. Gracias por sus buenos deseos de recuperación de mi salud. ¡Abrazo, y espero que voten y recomienden mi novela para llegar a más lectores de romántica!

Les recuerdo que mis libros están disponible para la compra en todas las plataformas digitales, en especial AMAZON. También están en formato papel y audiolibro.

*****

Zoey se quedó contemplando un punto vacío con dirección a la ventana. Habían pasado tantos años desde la última ocasión en que sintió ganas de hacer algo alocado, diferente, impulsivo. Nick llevaba una hora, con exactitud, ausente. Ella, efectivamente, ya no tenía los efectos del alcohol encima. Tal vez en sutiles dosis, pero no como hacía un rato. Su cerebro estaba despejado y sus sentidos, alerta.

Se apartó del sofá y caminó descalza sobre la alfombra hasta el piano de cola que reposaba en una esquina. Años atrás, Elizabeth había insistido en que tomara clases de música. El único instrumento que llamó la atención de Zoey había sido el piano. Estuvo dos años en clases, pero se terminó desencantando por la presión que ejercía su profesora, la laureada concertista Olga Padlova.

Zoey disfrutaba sus clases, mas no consideraba la idea de dedicarse a la música como si fuese una carrera de por vida, y era eso lo que Olga intentaba inculcarle. Terminó perdiendo el interés, y Elizabeth no la presionó para que continuase bajo la tutela de la concertista rusa.

Ahora, Zoey, solo tocaba el piano si tenía oportunidad de hacerlo, y debido a sus ocupaciones, el piano de cola que tenía en su piso poseía sendas motas de polvo. Se sentó y abrió la tapa. Recorrió con los dedos las teclas y esbozó una sonrisa. Cerró los ojos y dejó que sus manos siguieran el ritmo de la pieza que seducía sus sentidos en esos instantes. Impromptu de Schubert, opus 90, n. 3.

Las imágenes que pasaban por su mente a medida que dejaba volar los dedos recordando una pieza que se sabía de memoria eran fugaces borrones de sonrisas de personas que le parecían desconocidas y conocidas. Sin saber el porqué, sintió las lágrimas corriendo por sus mejillas. Schubert evocaba emociones tan fuertes en ella. Sus obras eran la llave que parecía tener la capacidad de abrir un baúl de recuerdos que no era capaz de reconocer, solo sentir. Y ese sentimiento la mantuvo largos minutos hasta que acabó la pieza apartando con suavidad el pie del pedal.

Abrió los ojos abruptamente cuando escuchó aplausos. Se giró sobre la banqueta y encontró la expresión de admiración de Nick.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —le preguntó. Se puso de pie experimentando una oleada de vulnerabilidad.

Él avanzó hacia ella con paso grácil.

—El suficiente para escuchar una de las mejores demostraciones de cómo debe tocarse una pieza de Schubert.

Zoey se sonrojó. Ese era uno de los pocos cumplidos que Nick solía prodigarle. La expresión que él tenía en esos momentos le recordaba a la faceta inusual de alguien despreocupado y encantador, que la escuchaba y se interesaba por sus opiniones. El tipo que Nick solía ser, años atrás, en contadas ocasiones, cuando ella tenía doce o trece años, y él veinticuatro o veinticinco años.

Se aclaró la garganta.

Si él empezaba a dejar entrever su lado cautivador, entonces ella tendría que buscar la forma de escapar de ese lugar, porque esa parte de la personalidad escondida de Nick era la que vulneraba sus barreras. Estaba habituada a las pullas y comentarios irónicos, mas no al interés y preocupación por lo que ella pudiera o no hacer, o en el caso de la música, cómo tocaba el piano.

Votos de traición (COMPLETA)Where stories live. Discover now