CAPÍTULO 13

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Zoey estaba pletórica. No le importaba que Nick estuviera alrededor. Lo único que valía la pena era que había cerrado un trato con Isolda e iba a tener una línea de cien joyas exclusivas para JW y que serían entregadas en un catálogo especial a partir de la Navidad de ese año. El próximo paso era el viaje de Isolda, tal como lo prometió, a Londres para reunirse en persona con su padre, Albert.

—Cena conmigo —pidió Nick cuando estuvieron en el lobby del hotel.

Claro, como no podía ser de otro modo, él estaba hospedado en el mismo sitio que ella. Zoey se preguntaba si acaso no tendría nada mejor que hacer que fastidiarla. Cruzó la recepción y llegó hasta el elevador.

—No —replicó presionando el botón para subir. Continuó escribiendo frenéticamente en el teclado de su móvil.

—Es de mala educación ignorar a tu interlocutor y negarte a comer puede causar daños a tu salud —dijo con su seductora voz.

Ella apartó la mirada del iPhone.

—Lo que intento es que comprendas que no me interesa tener ningún tipo de interacción contigo. —«Si él supiera lo que estaba costándole mostrarse indiferente.»

—¿A menos que esa interacción implique un orgasmo? —preguntó con una sonrisa, y demasiado cerca de su oreja.

—Dicen que en la repetición está el gusto, pero puesto que ya repetimos en una misma noche, no necesito más, gracias —replicó con indiferencia.

Nick soltó una carcajada.

Zoey ignoró la risa de Nick y continuó escribiendo en el teclado digital.

Le estaba contando a Jensen las buenas noticias, porque gracias a sus contactos había logrado conseguir la línea privada de la asistente de Isolda muchos meses atrás. El plan era regresar a Londres a la mañana siguiente, pero la invitación a la cena en casa de la famosa artista iba a retrasar esos planes. Tenía que coordinar con Kendra su agenda y postergar la reunión con el pesado de Norton Gilles. En serio, el tipo era una patada en el hígado. No entendía el afán de su padre en mantenerlo en la empresa como gerente de marketing. A ella, al menos, le dificultaba las tareas en lugar de hacerle la vida más fácil.

—Cuando tus pezones dejen de estar erectos y presionar contra la suave tela de seda de tu blusa, entonces tal vez te crea.

Zoey maldijo por lo bajo. Se había quitado la chaqueta del traje sastre nada más llegar al hotel, porque la calefacción era perfecta. No contaba con que hubiese tenido que toparse a su sensual tormento.

—Un comentario, por supuesto, de mal gusto —replicó cruzándose de brazos. Y ese gesto solo consiguió que sus pechos sobresalieran.

Nick volvió a reírse. Avanzaron por el pasillo ante la expresión interrogante de Zoey quien esperaba que él se fuese del hotel y dejara de perseguirla.

Él no se apartó. Claro que no. Lo que hizo a continuación fue sacar una tarjeta electrónica de su bolsillo.

—No había más habitaciones, ¿puedes creer? —dijo él a modo de explicación, ante una Zoey boquiabierta, y deslizó la tarjeta sobre el lector de la suite en la que ella estaba hospedándose—. El dueño de esta cadena hotelera es un gran amigo mío. Así que, gracias al buen servicio para clientes VIP, le comenté que mi socia estaba hospedada aquí y me vendría bien una llave, porque mi socia no tendría inconveniente en compartir el sitio conmigo... Claro, la cama siempre irá mejor, pero ya sabes, no iba a dar esos detalles.

Votos de traición (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora