CAPÍTULO 11

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Nick apoyó las manos en el borde del lavabo. Tomó una profunda respiración y miró su reflejo. La imagen que veía en el espejo era la de un hombre que acababa de tener el mejor sexo en años, muchos años. No podía quitarse de la cabeza la sensación de plácido abandonado que había experimentado cuando se deslizó por primera vez en el interior de Zoey. Húmeda, apretada y lista para él. Estuvo a punto de perder la cabeza y dejarse ir por completo sin importarle el placer de ella, pero se había controlado. Y había valido la pena al ver el rostro de éxtasis en Zoey.

Si llegase a conocer la identidad de alguno de los hombres que había estado con ella antes de él, Nick no dudaría en soltarles un puñetazo. Así de irracional y primitivo. No podía ni quería explicarlo, pero no pensaba permitir que hubiera nadie más en la cama de Zoey. No era una súbita decisión, porque él no era un tipo impulsivo. Se trataba de una certeza que llevaba clavada desde hacía ya mucho tiempo y esa noche se había reforzado.

Esa noche pensó que un instante con ella le bastaría para borrar sus deseos, pero lo que acababan de hacer en el salón parecía haber inyectado en su torrente sanguíneo un anhelo que dudaba que fuese capaz de eliminar con rapidez. Necesitaba más tiempo, porque después de esa noche Zoey le pertenecía. Solo a él.

Abrió el grifo y se lavó las manos de nuevo.

Se puso un bóxer antes de volver a la sala. Iba a tener una conversación con Zoey. Que no se equivocara, porque el hecho de haber tenido sexo no implicaba que, fuera de la cama, él podría confiar en las gestiones que ella llevase a cabo en la compañía de la que ahora, para bien o mal, ambos eran accionistas. Él no iba a permitirse nublar su juicio. Llevaba muy claro su propósito profesional como para semejante idiotez.

—Creo que tenemos que dejar claro un par de asuntos... —dijo mientras volvía al salón en el que la había dejado.

Encontró la sala vacía. No había ruido.

Fue hasta la cocina. Vacía.

La biblioteca, su oficina personal, y la pequeña sala de cine, estaban vacías.

—¿Zoey? —preguntó, mientras tocaba la puerta del baño de visitas. No hubo respuesta. Abrió la puerta, sin asegurar, y no halló a Zoey.

Una extraña sensación empezó a apoderarse de su pecho. ¿Qué demonios?, pensó, recorriendo todo su ático dos veces. Se había ido.

Nick dio un puñetazo contra la pared de la sala. Él, que estaba acostumbrado a dejar a las mujeres, estaba experimentando el papel inverso. No le gustaba en absoluto. Marcó el número de Zoey, pero le saltó la contestadora. Se apretó el puente de la nariz con los dedos y cerró los ojos.

Era pasada la medianoche.

«Maldición.» Él no recordaba la última vez que le había preocupado la seguridad de otro ser humano desde un plano personal. Zoey Reynolds era un verdadero dolor de cabeza, pero todo tenía solución en la vida.

Marcó un número de teléfono.

—Trent —dijo la voz firme desde el otro lado de la línea.

Se trataba del hombre que ejecutaba trabajos de seguridad industrial para Nick off the record. La empresa de seguridad de Trent Bishop, TB-X, era muy solicitada en Gran Bretaña, él era ex miembro del M16 y discreto para trabajar. Si alguien sabía su previo vínculo con el servicio secreto británico o alguna entidad gubernamental era porque había sido autorizado a recibir dicha información caso contrario, el hombre era un fantasma en la lista de opciones investigativas a nivel corporativo.

Votos de traición (COMPLETA)Where stories live. Discover now