3.

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Narra Aitana.

La semana comenzaba a tener otro tinte para mí, la última no había sido más que gris e inclusive negra, pero así costara un año superar una separación yo debía comenzar a intentarlo. No me pareció mala la idea de Santiago, de hecho me hizo pensar en lo mucho que había perdido la costumbre de hablar con otro hombre y lo fácil que él me lo hacía, lo poco que recordaba antes de la ronda de tragos era lo que nos reímos, y el domingo a la noche, nuestra breve conversación me hizo sonreír un poco más. No estaba lista para tener una relación y eso estaba claro, pero no había ningún tipo de impedimento para que compartiera una que otra copa demás con un chico, eso no significaba nada, aunque me hacía estar expectante a que decidiera cuándo, dónde y con qué tipo de bebida, café o alcohol, cualquiera me parecía bien.

Entré a la oficina el lunes por la mañana y saludé a mis compañeros con un beso en la mejilla a cada uno, los dos que compartían la sala conmigo se sorprendieron de mi ánimo debido a que las últimas semanas fueron lo más sensibles y compresivos del mundo, no se atajaron a nada ni me miraron diferente, simplemente me saludaron y siguieron hablando de su fin de semana.

— ¿Y vos Aitu, qué hiciste el finde?

—No mucho, vi a mi mamá, salí sola a un bar, me emborraché con un chico que no conocía y el domingo amanecí en su casa sin habernos tocado un pelo, así que dormí todo el día para no pensar en mis frustraciones. —sonreí hacia Elena y tanto ella como Walter me miraron casi estáticos. — ¿Su finde?

—No mejor que el tuyo.

—Eso, así que un chico eh... ¿está bueno? —preguntó en confidencia Ele y yo sonreí sentándome en mi escritorio. — ¡Esa sonrisa me dice que sí!

—Sí es lindo, bueno a mí parecer.

—Qué bueno Aitu, me alegro, ¿se van a volver a ver?

—Sí, aunque ustedes saben... ni siquiera estoy pensando en eso, dije que sí para desconectar un poco, mi cabeza no necesita más atosigamiento.

—Pero por algo dijiste que sí, está bien que no lo pienses, vos mandate y viví, empezá a vivir de nuevo tu soltería, vas a ver que tiene mil millones de cosas más positivas que estar en pareja.

—Ese es tu punto Elena. —dijo Walter desde su escritorio. Y lo entendía en verdad, él tenía una familia, la acababa de formar, su bebé tenía apenas dos meses y fue buscado junto a su esposa, diferente a Elena que no tenía una pareja estable desde que la conocía, dos años aproximadamente. Mi punto también hubiese sido el mismo que el de mi compañero hasta hace tres semanas, quizá yo no pensaba en los hijos como prioridad para formar una familia, pero siendo dos era un buen comienzo, sin embargo volvía a ser yo sola y ese punto, estaba por debajo del subsuelo.

La empresa para la que trabajaba me había contratado hacía dos años y mis ocho horas eran de puro papeleo, mails y Excel, no tenía la gran presión y era favorable para pasar el tiempo junto a mis compañeros, sin embargo para lo que mi mente necesitaba era demasiado tranquilo, la mitad del tiempo nos la pasábamos tomando café y riendo con los jefes, con quienes teníamos muy buena relación, era tan llevadero y liviano que salía a las dos de la tarde sin sentirme agotada, físicamente estaba con todas las energías recargadas, pero mentalmente estaba saturada y necesitaba estar al pendiente de cualquier cosa con tal de que no me hiciera pensar en mi nueva vida, porque no solo llevaba la carga de la separación, el hecho de reacomodarme en un nuevo departamento con mis cosas y repartir los bienes, era motivo de estrés.

—Hola mamá. —dije al teléfono cuando lo atendí, seguí caminando sin dejar de mirar las vidrieras y me sometí a escuchar la voz de preocupación de mi mamá.

Más de Dos.Where stories live. Discover now