14.

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Santiago.

Los parciales de la universidad se podían equiparar con un terremoto que pasaba por la vida de las personas, los destruía y dejaba desastres en ellos para que después de un lapso de tiempo, saliera el sol si se aprobaba o siguiera yendo todo mal en el caso de desaprobar. Mi vida de por sí era un caos, tenía muy poco tiempo para la facultad y normalmente mi estudio estaba dedicado cuando Lupe se dormía y con suerte yo me quedaba despierto, por eso detestaba cuando la era de parciales comenzaba y el terremoto por consecuencia también, ya que debía dedicarle mucho más tiempo al estudio de las materias presenciales como las que no lo eran, más mi trabajo, la chica que me gustaba y por supuesto mi hija, terminaba siendo un desastre natural en mi persona.

Para mí suerte Aitu comenzó su semana con las mismas responsabilidades de estudio, todo lo que requería el nuevo departamento y su trabajo, ambas partes supimos entender que en la semana no nos íbamos a ver, así que eso significaba que debíamos seguir echándole leña a la relación a través del teléfono y lo consideramos una etapa que pasar, sin embargo había algo que estaba picando, haciendo que ardiera el fuego y eran las ganas de querer pasar al siguiente nivel, los dos entendíamos lo que queríamos del otro y con el simple hecho de mantener la brasa caliente, podíamos aguantar toda una semana sin siquiera mirarnos a la cara.

Para sumarle a la lista, mantener una vida social también era muy importante, y aunque el sábado mi hija se portó de maravillas mientras yo estudiaba, la noche me dediqué a descansar un poco para jugar con ella y quedarme a una noche de pizzas después de tantos sábados escapando para estar con Aitana. Estar con mis amigos a mí me encantaba, desde chiquito mis papás me metieron en muchas actividades y lograron en mí ser una persona social, además conservaba a la gente en mi vida a pesar de mis tiempos y a lo largo de los años podía asegurar a quienes tenía para contar siempre, sin dudarlo Juan, Lucho y Caro eran mis mejores amigos, fuimos al colegio juntos desde jardín y éramos inseparables desde entonces, por lo que acudir a ellos por cualquier cosa para mí era primordial, y compartir nuestras vivencias los sábados en nuestro ritual con pizzas, era parte de la normalidad.

— ¿Y vos Santi, qué onda con la rubia, cuándo va a sumarse al sábado de pizzas? —preguntó Juan e inevitablemente sentí cómo se me cambiaba la expresión, mi sonrisa me delataba y aproveché a tomar un poco de mi botella de cerveza. —Ya debería ¿no?

—Pará todavía no.

— ¿Pero está haciéndose serio o ahí nomas?

—Vamos despacio, pero por el camino exacto. —le dije y tanto él como Lucho se rieron burlándome, miré al costado del sillón donde Lupe jugaba concentrada en sus Barbies pero no pude evitar pasar por encima la expresión de Caro, ella había demostrado que no le caía bien mi novedad, a pesar de estar arreglados y yo querer saber por qué.

— ¿Y con Lulú qué vas a hacer?

— ¿Qué debería hacer?

— ¿Ya hay algo hablado?

—Mucho más de lo que me hubiese imaginado, es que sale de ella y eso me encanta, es realmente genuino y aunque no sé cuándo se va a concretar, no me da miedo.

—Bueno mejor, yo creo que a ella le encantaría. —me dijo Lucho y yo asentí de acuerdo, mi hija también era muy social y se daba mucho con la gente que yo le presentaba, nunca fue un problema su simpatía y eso era lo que más amaba de ella.

— ¿Cuánto se supone que debo esperar? —le pregunté a Caro y ella me miró sorprendida por la pregunta. — ¿hay un tiempo?

—Mmm... sí me lo preguntas a mí, yo creo que deberías esperar a tener algo más consolidado.

Más de Dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora