7.

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Aitana.


Después de casi un mes, volví a ver su nombre entre mis últimas conversaciones, y eso fue un retroceso casi enfermo. No iba a negar que me hizo mal, me estrujó el corazón y hasta tuve la necesidad de llorar, estaba aprendiendo a soltar pero era difícil cuando leía la simpleza en sus palabras, preguntarme cómo estaba después del: Hola más normal del mundo, nunca antes me decía Hola, y cómo estaba después de varias semanas tampoco era normal, ya que no habíamos pasado tanto tiempo separados, sin embargo mi mente comenzaba a asimilar, que ya era una separación. Dejé de prestarle atención a lo que decía el profesor y contesté, de la misma forma pero respondiendo que estaba bien, y todo lo que tardó en contestar me enfermó. No me di cuenta de lo mucho que me afectó hasta que noté cómo el teléfono temblaba en mis manos y mi vista se nublaba. Nadie más que yo sabía que era estúpido lo que me pasaba, pero no era fácil olvidar de un día para el otro.

—Aitu, ¿estás bien?

—Sí, me voy a ir, te hablo más tarde. —le dije a Rocío poniendo mi mano sobre su brazo para que se quedara tranquila y me levanté de mi asiento guardando mis cosas en la cartera, salí del aula en el medio de la clase y me apresuré a llegar a la salida, donde pude respirar aire fresco y leer el mensaje que Emiliano contestó.

Bien, bien, te quería avisar que me voy a ir unos días así que podés pasar por casa.

Ah bueno, gracias.

De nada.

Respiré hondo y guardé el teléfono. Faltaba una hora para que terminara la clase pero ya no quería volver a entrar, de lo contrario comencé a caminar fuera de la universidad y pensé, mi mente estaba andando a mil por hora contra mi voluntad y no me quedaba más remedio que ver cada película que me armaba, juntos, solos, de él, mía, todo concluía en lo mismo, que estábamos separados y no íbamos a volver, pero estaba bien, así tenía que ser y debía aceptarlo aunque doliera, me reiteraba a mí misma que estaba bien, estaba aprendiendo a vivir sin él. Las recaídas no eran fracasos, eran intentos de salir adelante y valían, estaban aprobadas.

Tenía ganas de golpearme la cabeza contra la pared para que doliera un poco más y salieran esas películas de mi mente, parecía imposible pero necesitaba sacudir esas ideas y pensar en otra cosa. Me ahorré cenar con los chicos y en cuanto vi un puesto de panchos, me compré uno para sanarme un poco y entretenerme, la comida era buena idea y siempre decían que, con la panza llena el corazón estaba contento, así que lo creí buen remedio para que estuviese contento hasta llegar al departamento de mis amigos y descargarme con Jime cuando ella pudiera.

— ¿Estuviste llorando no?

— ¿Se nota mucho?

—Obvio que sí Aitana, tenés los ojos rojos, ¿qué pasó?

—Emiliano me dijo que se iba unos días y podía ir a casa, fue una indirecta como para que vaya a buscar las cosas.

—Uh la puta madre. —bufó ella sentándose en mi cama, me encogí de hombros y dejé que me acomodara el pelo en forma de caricia. —eso te habrá hecho re mal ¿no?

—No me alegra demasiado.

—No está mal que llores, obvio que te va a doler y está bien Aitu, no minimices las cosas.

—No lo hago, sé que es obvio lo que me está pasando y no me gusta sentirme así pero tampoco puedo hacer nada.

—Es un proceso, lento pero es algo que tenés que pasar.

—Lo sé. —respiré hondo recostándome en la cama. —Y lo estoy intentando, digo...no es gran esfuerzo hablar ni ver a Santiago, él me hace reír y todo, pero no quisiera usarlo de excusa.

Más de Dos.Where stories live. Discover now