8.

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Santiago.

Una semana me parecía tiempo suficiente para mantener el orgullo, y después de todo no importaba qué dijera, ante todo yo sabía el tipo de padre que era y siempre estaba agradecido con las personas que estuvieron a mi lado cuando apenas sabía mantener un bebé en mis manos. Tenía que dar el brazo a torcer con Carolina porque ella era la madrina de mi hija, se adoraban mutuamente y entre nosotros, la amistad que había no era reciente, venía de años, por lo que el domingo al mediodía dejé que me ayudara a cocinar y como sabía que ambos estábamos con la palabra en la boca, hablé primero.

—Todo lo que le enseñes a Lupe está bien, sos parte de su crianza y es cierto que si vos me ayudas con ella, tenés que ver con su vida y mucho. —dije y ella me miró un segundo, al otro respiró hondo y negó. —no quiero pelear.

—Yo tampoco, yo estuve mal...

—Estuvimos mal los dos... de verdad yo valoro que me ayudes con mi hija, no es fácil ser papá y estoy seguro que tampoco es fácil ser madrina.

—No, tampoco lo fue ser amiga de un papá adolescente pero se salió de eso, y de esto también, vos sabes lo mucho que los amo a los dos...a los cuatro, somos una familia y me odié por mantenerla tensa toda esta semana, perdón.

—Perdoname vos también. —le dije y la acerqué para abrazarla, suspiré en su abrazo. Caro era muy importante para mí, cuando mamá no estaba para ayudarme, ella era quien la cambiaba y me indicaba cómo tenía qué tratar a Lupe cuando era bebé, tenía muchos hermanitos que le habían dado la experiencia y para mí fue gran sostén en esa tormenta de nuevas costumbres, pelearme con ella era absurdo. —te quiero loca de mierda.

—Yo también.

¡Quero hater caca! —gritó Lupe y al verla, estaba parada en la entrada de la cocina reteniéndose, ambos nos reímos y cuando quise adelantarme, Caro llegó a ella primera.

— ¡Al baño, al baño, vamos, vamos!

Mis amigos estaban mucho más al tanto de lo que pasaba con Aitana, parecíamos adolescentes pero esperábamos ansiosos el momento en el que Lupe se iba a dormir para hablar de nuestros amoríos. Juan nos comentó que tenía serios planes de irse a vivir con su novia y eso nos dejó un poco tristes a todos, iban a ser cuatro años que vivíamos juntos y que uno abandonara el nido nos ponía mal a pesar de estar felices por su nueva vida. Lucho era difícil de casar y en su momento de contar, hubo más de un nombre mencionado, por lo que era caso perdido a la seriedad, mientras que yo aporté todo lo que había pasado con Aitana más lo que yo creía.

—Es como todo tan simple, ni siquiera puedo estar nervioso o expectante, lo resuelve todo, lo hace muy fácil y no me refiero a que es fácil ella, sino que... por ejemplo ayer me dio a entender que ya asumía que Lupe estaba incluida en mí y le parecía genial.

—Eso significa que sabe que si sale con vos, también lo haría con Lupe, bien... ¿tan normal le pareció?

—Tampoco es algo anormal, es tu hija.

—Sí Juan pero vos sabes lo difícil que es para mí intentar que la otra persona lo acepte con esa naturalidad. —dije y abrí mi lata de cerveza, antes noté cómo Caro estaba perdida en su libro sin darnos atención, realmente me importaba su visión pero al recordar cómo se puso cuando conoció a Aitana, era mejor no saberla.

—Por eso digo que es algo normal, no sé qué tanto les puede asustar una nena, además saldrían con vos, Lulú viene incluida y es hasta un premio.

—Pocas mujeres de mi edad quieren asumir una responsabilidad así con una persona que ya tiene hijos... y no está mal que quieran ser la prioridad, el tema es que yo no puedo darles ese puesto y no muchas lo entienden.

Más de Dos.Where stories live. Discover now