23.

9.6K 783 74
                                    


Aitana.

La vida que había imaginado para mí desde siempre, no estaba siendo del todo causada por mi esfuerzo, yo sentía que se habían apiadado de mí y por eso me regalaron lo mejor que me pudo haber pasado después de años buscando encontrarme en el camino correcto. Era como un cuento de los que mamá me leía a mí y a mi hermana cuando éramos chicas, ese en el que la princesa conocía a su príncipe y eran felices para siempre, y sin saber antes el final, lograba descubrirlo día a día imaginándome lo que significaba ser feliz con el príncipe y una princesita como plus para que pudiese creerme que todo era real.

Los días que pasaba junto a Santiago y Lupe se me iban como agua entre las manos de lo bien que nos sentíamos, de a poco fuimos conociéndonos más, veíamos cosas del otro que probablemente no imaginábamos y nos llevábamos a otras postas, donde nos explorábamos e íbamos escalando la confianza entre los tres. Yo no tenía nada de qué sorprenderme para mal, al contrario hasta supe manejarme cuando estuve sola con Lupe y ella me hizo un pequeño berrinche, me encantaba verme a mí misma desenvolviéndome en áreas nunca antes experimentadas y hasta me otorgaba un premio por hacerlo bien. En cuanto a nuestra pareja estábamos tan preocupados de no perdernos entre las vivencias con una nena chiquita que nos buscábamos mucho más y manteníamos la llama encendida en su mayor esplendor, por esa razón, nada de lo que nos pasaba de puertas para adentro siendo tres, lograba desencantarnos, al contrario nos dejaba con ese dulce sabor en la boca y con Santi hablamos de dar el paso de la convivencia, lo que por excelencia estábamos listos para dar por más pronto que se pensara.

La primavera comenzó al fin en la ciudad y aprovechamos el día de descanso para llevar a Lupe al parque, ella estaba ansiosa por salir después de varios días sin poder ir al jardín por gripe así que en cuanto mejoró, nos pareció buena idea que tomara un poco de sol e interactuara con nenes de su edad. El día comenzó tranquilo y mientras Santi le enseñaba andar en bici yo les sacaba fotos, almorzamos lo que preparamos en la casa y la dejamos jugar todo lo que quiso, yo no imaginaba que pudiera cambiar algo de nuestra normalidad del día pero sí hubo un choque interno y fue ver a Emiliano con su mamá caminando por la plaza, y a pesar de querer evitarlos, ella me reconoció de inmediato y se acercó a saludar.

—Es bueno verte nena, me alegro que estés bien.

—Lo mismo digo. —mentí porque no podía dejar de verlo a él, estaba diferente de la última vez que lo recordaba, mucho más flaco y demacrado, como si estuviese enfermo y débil, siendo algo mucho más fuerte que una típica gripe.

Papi quero jugo. —se acercó Lupe corriendo y buscó que la alzara, fue lo que hice y palmeé su espalda cuando tosió por estar agitada.

—Va a ser mejor que dejes de correr Lu.

—Sí ya nos vamos. —dijo Santi y obviamente sentí su tensión, ignorando hasta que Lupe se quejó un poco.

—Bueno nosotros tenemos que volver a casa, vamos mamá.

—Sí, ya nos vamos, fue un gusto volver a verte Aitana.

—Sí... chau.

—Chau. —asintió él hacia mí y sin poder sacarle la vista de encima, obligó a Carla, su mamá a caminar lejos de nosotros. No era el Emiliano que yo conocía, si bien habían pasado varios meses desde que lo vi por última vez, su aspecto había desmejorado notablemente y me intrigaba saber la razón.

—Parece que algo tiene ¿no?

— ¿Algo cómo qué? —me preguntó Santi y cuando volví la vista a él, negué para recomponerme. — ¿A qué te referís?

Más de Dos.Where stories live. Discover now